PARA SIEMPRE
«Poco después se
publicó la foto del cadáver de un niño sin dueño que no habían podido
identificar en el anfiteatro de Medicina Legal y me pareció igual a la de otro
niño desaparecido que se había publicado días antes. Se las mostré al jefe de
la sección judicial, Felipe González Toledo, y él llamó a la madre del primer
niño que aún no había sido encontrado. Fue una lección para siempre. La madre
del niño desaparecido nos esperaba a Felipe y a mí en el vestíbulo del
anfiteatro. Me pareció tan pobre y disminuida que hice un esfuerzo supremo del
corazón para que el cadáver no fuera el de su niño. En el largo sótano glacial,
bajo una iluminación intensa, había unas veinte mesas dispuestas en batería con
cadáveres como túmulos de piedra bajo sábanas percudidas. Los tres seguimos al
guardián parsimonioso hasta la penúltima mesa del fondo. Bajo el extremo de la
sábana sobresalían las suelas de unas botitas tristes, con las herraduras de
los tacones muy gastadas por el uso. La mujer las reconoció, se puso lívida, pero
se sobrepuso con su último alientó hasta que el guardián quitó la sábana con
una revolera de torero. El cuerpo de unos nueve años, con los ojos abiertos y
atónitos, tenía la misma ropa arrastrada con que lo encontraron muerto de
varios días en una zanja del camino. La madre lanzó un aullido y se derrumbó
dando gritos por el suelo.»
Vivir para contarla.
Mondadori.