UN HUEVO DE PINGÜINO
“Y a oscuras, acompañado casi de continuo por ventiscas huracanadas
que a uno le impiden verse la mano incluso a la altura de los ojos. La vida en
tales circunstancias resulta pobre tanto mental como físicamente. Hacer
ejercicio al aire libre es difícil, y cuando sopla ventisca resulta totalmente
imposible, y uno es consciente de todo lo que está perdiéndose al no poder ver
el mundo que le rodea cuando sale al exterior. Me han contado que si uno se
encuentra con un loco o con alguien trastornado por un gran dolor o conmoción,
lo que hay que hacer es sacarle al exterior y dar una vuelta con él: la
naturaleza se encargará del resto. A nosotros, que éramos personas normales y
estábamos viviendo en unas condiciones anormales, la naturaleza podía ayudarnos
mucho a apartar los pensamientos de la rutina diaria; pero la naturaleza
también pierde buena parte de poder curativo cuando uno no la puede ver, sino
sólo sentir, y cuando la sensación que produce es profundamente desagradable.
De alguna manera, a la hora de juzgar la vida en los polos uno debe
dejar de lado el preceptivo aguante y averiguar qué responsabilidades puede
eludir un hombre, sin olvidar en ningún momento que arrastrar un trineo
constituye la prueba más difícil de todas. Si resulta difícil formarse una idea
de lo que puede llegar a hacer un hombre normal y corriente es porque resulta
mucho más fácil eludir responsabilidades en el mundo civilizado. En el fondo no
importa si el hombre que trabaja dentro o fuera de la cabaña elude
responsabilidades, como tampoco importa
mucho en el mundo civilizado: no constituye más que una oportunidad
desaprovechada. Pero si uno está arrastrando un trineo por la Barrera , no cabe eludir
responsabilidad alguna: a la mayoría se nos nota al cabo de una semana.
Son muchas las cuestiones que habría que analizar: el efecto que
produce en el hombre el paso del calor al frío (como en el caso de Bowers, que
se incorporó a nuestra expedición recién llegado del golfo Pérsico, o en el de
Simpson, que se marchó de la
Antártida a la
India , es decir, el caso contrario);las diferencias entre el
frío seco y el húmedo; ¿qué temperaturas son agradables en la Antártida , y cuales lo
son en comparación con las de Inglaterra?; ¿cómo afectarían estas temperaturas
a las mujeres? El hombre con nervios de acero es el que más lejos llega. ¿Cuál
es la razón entre la presencia de ánimo y la fuerza física? ¿Qué es la
vitalidad? ¿Por qué ciertas cosas le aterran a uno en un determinado momento y
no en otros? ¿A qué se debe que muestre este coraje a primera hora de la
mañana? ¿Cuál es influencia de la imaginación? ¿En qué medida puede un hombre
exigirse a sí mismo? ¿De dónde salía la enorme cantidad de calor que generaba
Bowers? ¿Y las canas de mi barba, de dónde salieron? Y los ojos azules de X, que
zarpó de Inglaterra con ojos pardos y al regresar se encontró con que su madre
se negaba a reconocerle como hijo suyo? ¿Varían el crecimiento y el color del
pelo y de los ojos?
Son muchos los motivos que impulsan al hombre a ir a los polos, y
el acicate intelectual está presente en todos ellos; pero en el fondo lo que
cuenta es el deseo de saber, a secas, y en este momento no hay ningún lugar
para obtener conocimientos que pueda compararse con la Antártida.
La exploración es la expresión física de la pasión intelectual.
Y diré una cosa: si tiene usted el deseo de saber y el poder para
hacerlo realidad, vaya y explore. Si es usted un hombre valiente, no hará nada;
si es un hombre miedoso, es posible que haga mucho, pues sólo los cobardes
tienen necesidad de demostrar su valor. Hay quien le dirá que está chiflado, y casi
todo el mundo le preguntará: “¿Para qué?” y es que somos una nación de
tenderos, y ningún tendero esta dispuesto a parar mientes en una investigación
que no le prometa un rendimiento económico antes de un año. Así que viajará
usted prácticamente solo con su trineo, pero quienes le acompañen no serán
tenderos, y eso tiene un gran valor. Si hace ueste su correspondiente viaje de
invierno, obtendrá su recompensa, siempre y cuando lo único que desee sea un
huevo de pingüino.”
Apsley
Cherry-Garrard. El peor viaje del mundo.
Ediciones B.