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jueves, 9 de abril de 2015

ALLÁ EN LAS INDIAS






EL SUEÑO Y LA RUINA


“Grandes propósitos de buenos tuvieron los Reyes Católicos (como se ha visto) cerca de la conversion y doctrina de los naturales de las Indias que se conquistaban. Y si los gobernadores y otras personas que enviaron para el efecto tuvieran su espíritu, ó se rigieran por él, no hay dubda sino que este negocio tuviera otro suceso mejor del que tuvo. Pero en fin, no dejaron los buenos reyes de dar el órden y medios que para ello les pareció convenir. Y si algun descuido de su parte hobo, no seria otro sino hacer entera confianza de las personas que á las Indias enviaban, y de los consejeros que andaban á su lado; no creyendo que los que ellos tenían probados por hombres de sana intencion, la nueva ocasion del oro y el tratar con gente simple los mudaria. Como sus Altezas se hallaron en Barcelona al tiempo que Cristóbal Colon llegó con las primeras nuevas, y cosas que llevaba de las Indias, queriendo proveer, cuanto á lo primero, ministros eclesiásticos que industriasen aquellas nuevas gentes en las cosas de nuestra santa fe católica y los hiciesen cristianos, eligieron un religioso de la ó den del bienaventurado S. Benito, hombre de letras y buena vida, llamado Fr. Buil, de nacion catalan, el cual procuraron que trujese plenísimo poder de la Silla Apostólica para todo lo que se ofreciese, como prelado y cabeza de la Iglesia en partes tan remotas; y con él enviaron tambien una docena de clérigos doctos y expertos y de vida aprobada, y proveyéronlos de ornamentos, cruces, cálices y i mágenes, y todo lo demas que era necesario para el culto divino y para ornato de las iglesias que se hobiesen de edificar. Dieron asi mismo órden cómo las personas seglares que con ellos hobiesen de pasar á Indias fuesen cristianos viejos, ajenos de toda mala sospecha. Y así vinieron muchos caballeros y hidalgos, y entre ellos algunos criados de la casa real por dar contento á los reyes, que mostraban mucha gana de favorecer esta santa obra de la nueva conversion.  Vinieron todos estos el segundo viaje que hizo Cristóbal Colon con título de Almirante de las Indias. Y llegados á la isla Española, como vieron la muestra que aquella tierra daba de mucho oro, y la gente de ella aparejada para servir, y fácil de poner en subjecion, diéronse mas á esto que á enseñarles la fe de Jesucristo. Subjetados los indios (que habria un millon y medio de ellos en toda la isla), repartiólos todos Colon entre sus soldados y pobladores y otros criados y privados de los reyes, que de España lo granjeaban, para que les tributasen como sus pecheros y vasallos, imponiendo á cada uno de los que vivian en comarca de las minas, que hinchiesen de oro lo hueco de un cascabel, y á los que no comunicaban con las minas, impuso cierta cantidad de algodon, y á otros otras cosas de las que podían dar; y esto no fuera causa de su destruicion, antes bien, tolerable tributo, si despues no entrara de rota batida la desenfrenada cobdicia, sirviéndose de todos los indios como de esclavos para sacar el oro: y esto no fué imposicion de Cristóbal Colon, sino invencion de algunos sus compañeros que lo comenzaron, y despues lo alentó y canonizó otro inicuo gobernador, como al cabo de este primero libro se verá. Fr. Buil y sus compañeros no dejaron de baptizar algunos indios, pero pocos; y aun aquellos (segun se sospecha) más se baptizaban por lo que les mandaban sus amos, que movidos á devocion por las obras y buena vida que en ellos veian. Antes por presumir y jactarse los españoles del nombre de cristianos, haciendo por otra parte las hazañas que hacian, fueron causa de que los indios abominasen de este nombre, como de cosa pestífera y perniciosa. Y aun hoy en dia por la misma razon lo tienen por sospechoso los que no están muy doctrinados y enseñados de cómo entre los cristianos hay muchos malos que no guardan lo que en el baptismo profesaron, y que por esto no deja de ser santa y perfecta y necesaria á las ánimas la ley de nuestro Señor Jesucristo. Estuvo Fr. Buil dos años en la isla Española, y lo mas de este tiempo se le pasó en pendencias con el Almirante, y no (segun parece) por volver por los indios y procurar su libertad y buen tractamiento, sino porque castigaba con rigor á los soldados españoles por males que hacían á los naturales, y por otras culpas que cometian.  El Colon era culpado de crudo en la opinion de aquel religioso, el cual, como tenia las veces del Papa, íbale á la mano en lo que le parecia exceder, poniendo entredicho y haciendo cesar el oficio divino. El Almirante, que en lo temporal tenia el imperio, mandaba  luego cesar la racion, y que á Fr. Buil y á los de su casa y compañía no se les diese comida. Llegados á estos términos, poníanse buenos de por medio que los hacían amigos, aunque para pocos dias, porque en ofreciéndose otra semejante ocasion, volvían á lo mismo, y como esta rencilla se continuase, hubo de parar en que los reyes los enviaron ambos á llamar. Y aunque hubo quejas contra Colon, prevalescieron sus servicios y trabajos, y volvió á Indias con el mismo cargo. Y para el gobierno eclesiástico fueron proveidos prelados: por obispo de Santo  Domingo, Fr. García de Padilla, de la órden de S. Francisco, que fué el primer  obispo de la pri mera  Iglesia  de Indias; y  D. Pedro Juarez de Deza, por obispo de la Vega. Este pasó á su obispado y lo rigió algunos años. El Fr. García murió en España antes que pasase. Desgracia fué para los indios de aquella isla, y aun para los reyes de Castilla (cuyos vasallos eran), porque con la libertad á que estaba hecho de no tractar oro  ni dinero, pudiera fácilmente acertar como acertaron el obispo santo Zumárraga y los primeros doce frailes franciscos que vinieron á la Nueva  España á la ciudad de México.”


Gerónimo Mendieta. 
Historia Eclesiástica Indiana. 
Antigua Librería.