EL SUEÑO Y LA RUINA
“Grandes propósitos de buenos tuvieron los Reyes Católicos (como se
ha visto) cerca de la conversion y doctrina de los naturales de las Indias que
se conquistaban. Y si los gobernadores y otras personas que enviaron para el
efecto tuvieran su espíritu, ó se rigieran por él, no hay dubda sino que este
negocio tuviera otro suceso mejor del que tuvo. Pero en fin, no dejaron los
buenos reyes de dar el órden y medios que para ello les pareció convenir. Y si
algun descuido de su parte hobo, no seria otro sino hacer entera confianza de
las personas que á las Indias enviaban, y de los consejeros que andaban á su
lado; no creyendo que los que ellos tenían probados por hombres de sana
intencion, la nueva ocasion del oro y el tratar con gente simple los mudaria.
Como sus Altezas se hallaron en Barcelona al tiempo que Cristóbal Colon llegó
con las primeras nuevas, y cosas que llevaba de las Indias, queriendo proveer,
cuanto á lo primero, ministros eclesiásticos que industriasen aquellas nuevas
gentes en las cosas de nuestra santa fe católica y los hiciesen cristianos,
eligieron un religioso de la ó den del bienaventurado S. Benito, hombre de
letras y buena vida, llamado Fr. Buil, de nacion catalan, el cual procuraron
que trujese plenísimo poder de la Silla Apostólica para todo lo que se
ofreciese, como prelado y cabeza de la Iglesia en partes tan remotas; y con él
enviaron tambien una docena de clérigos doctos y expertos y de vida aprobada, y
proveyéronlos de ornamentos, cruces, cálices y i mágenes, y todo lo demas que
era necesario para el culto divino y para ornato de las iglesias que se
hobiesen de edificar. Dieron asi mismo órden cómo las personas seglares que con
ellos hobiesen de pasar á Indias fuesen cristianos viejos, ajenos de toda mala
sospecha. Y así vinieron muchos caballeros y hidalgos, y entre ellos algunos
criados de la casa real por dar contento á los reyes, que mostraban mucha gana
de favorecer esta santa obra de la nueva conversion. Vinieron todos estos el segundo viaje que
hizo Cristóbal Colon con título de Almirante de las Indias. Y llegados á la
isla Española, como vieron la muestra que aquella tierra daba de mucho oro, y
la gente de ella aparejada para servir, y fácil de poner en subjecion, diéronse
mas á esto que á enseñarles la fe de Jesucristo. Subjetados los indios (que
habria un millon y medio de ellos en toda la isla), repartiólos todos Colon
entre sus soldados y pobladores y otros criados y privados de los reyes, que de
España lo granjeaban, para que les tributasen como sus pecheros y vasallos,
imponiendo á cada uno de los que vivian en comarca de las minas, que hinchiesen
de oro lo hueco de un cascabel, y á los que no comunicaban con las minas,
impuso cierta cantidad de algodon, y á otros otras cosas de las que podían dar;
y esto no fuera causa de su destruicion, antes bien, tolerable tributo, si
despues no entrara de rota batida la desenfrenada cobdicia, sirviéndose de todos
los indios como de esclavos para sacar el oro: y esto no fué imposicion de
Cristóbal Colon, sino invencion de algunos sus compañeros que lo comenzaron, y
despues lo alentó y canonizó otro inicuo gobernador, como al cabo de este
primero libro se verá. Fr. Buil y sus compañeros no dejaron de baptizar algunos
indios, pero pocos; y aun aquellos (segun se sospecha) más se baptizaban por lo
que les mandaban sus amos, que movidos á devocion por las obras y buena vida
que en ellos veian. Antes por presumir y jactarse los españoles del nombre de
cristianos, haciendo por otra parte las hazañas que hacian, fueron causa de que
los indios abominasen de este nombre, como de cosa pestífera y perniciosa. Y
aun hoy en dia por la misma razon lo tienen por sospechoso los que no están muy
doctrinados y enseñados de cómo entre los cristianos hay muchos malos que no
guardan lo que en el baptismo profesaron, y que por esto no deja de ser santa y
perfecta y necesaria á las ánimas la ley de nuestro Señor Jesucristo. Estuvo
Fr. Buil dos años en la isla Española, y lo mas de este tiempo se le pasó en
pendencias con el Almirante, y no (segun parece) por volver por los indios y
procurar su libertad y buen tractamiento, sino porque castigaba con rigor á los
soldados españoles por males que hacían á los naturales, y por otras culpas que
cometian. El Colon era culpado de crudo
en la opinion de aquel religioso, el cual, como tenia las veces del Papa, íbale
á la mano en lo que le parecia exceder, poniendo entredicho y haciendo cesar el
oficio divino. El Almirante, que en lo temporal tenia el imperio, mandaba luego cesar la racion, y que á Fr. Buil y á
los de su casa y compañía no se les diese comida. Llegados á estos términos,
poníanse buenos de por medio que los hacían amigos, aunque para pocos dias, porque
en ofreciéndose otra semejante ocasion, volvían á lo mismo, y como esta
rencilla se continuase, hubo de parar en que los reyes los enviaron ambos á
llamar. Y aunque hubo quejas contra Colon, prevalescieron sus servicios y trabajos,
y volvió á Indias con el mismo cargo. Y para el gobierno eclesiástico fueron
proveidos prelados: por obispo de Santo
Domingo, Fr. García de Padilla, de la órden de S. Francisco, que fué el
primer obispo de la pri mera Iglesia
de Indias; y D. Pedro Juarez de Deza,
por obispo de la Vega. Este pasó á su obispado y lo rigió algunos años. El Fr.
García murió en España antes que pasase. Desgracia fué para los indios de
aquella isla, y aun para los reyes de Castilla (cuyos vasallos eran), porque
con la libertad á que estaba hecho de no tractar oro ni dinero, pudiera fácilmente acertar como acertaron
el obispo santo Zumárraga y los primeros doce frailes franciscos que vinieron á
la Nueva España á la ciudad de México.”
Gerónimo Mendieta.
Historia Eclesiástica Indiana.
Antigua Librería.
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