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A la luz secular de una
niña muerta, madre de hombres
y mujeres, voy andando y agonizando.
El cadáver del sol y mi
cadáver
con la materia
horriblemente eterna, me azotan la cara
desde todo lo hondo de
los siglos, y escucho aquí, llorando, así, la espantosa clarinada migratoria.
[…]
Pablo de Rokha.