“En otro tiempo yo creía que «entender»
quería decir bastante más de lo que a mí me pasaba cuando en verdad estaba
entendiendo igual que los demás, y como eso no me bastaba para satisfacer lo
que yo pensaba que sería «entender», creía que yo no había entendido y que los
que decían que habían entendido habían visto una luz mucho más clara y unas
figuras mucho más nítidas que yo. Al cabo de los años empecé a sospechar que
cuando los demás dicen que entienden en realidad están viendo ese vago resplandor,
esos contornos de humo, esas difuminadas sombras que yo nunca habría osado
antaño designar como «entender». Y empecé a sospecharlo porque la otra
hipótesis sería que yo soy tonto y, a estas alturas, una infamia semejante
tendría que haber llegado a mis oídos o supondría una doble e imperdonable
canallada: una canallada por parte del Creador, porque al que no se le concede
inteligencia debería proveérsele por lo menos de humildad, para que no se rían
de su atrevimiento, y una canallada por parte del prójimo, por no habérmelo
hecho saber o tan siquiera dejado delicadamente adivinar a tiempo.”
Rafael Sánchez Ferlosio.