GRIETA
MATINAL
Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus
más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes
de tu miseria,
ponla en tu camino,
ábrete paso con ella
y en cada puerta
golpea
con los blancos
cartílagos de tu miseria.
Compárala con la de
otras gentes
y mide bien el asombro
de sus diferencias,
la singular agudeza de
sus bordes.
Ampárate en los suaves
ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada
hora
que su materia es tu
materia,
el único puerto del
que conoces cada rada,
cada boya, cada señal
desde la cálida tierra
donde llegas a reinar
como Crusoe
entre la muchedumbre
de sombras
que te rozan y con las
que tropiezas
sin entender su
propósito ni su costumbre.
Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su
savia,
envuélvete en el manto
tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla
entre todas,
no permitas que sea
familiar a los otros
ni que la prolonguen
abusivamente los tuyos.
Que te sea como agua
bautismal
brotada de las grandes
cloacas municipales,
como los arroyos que
nacen en los mataderos.
Que se confunda con
tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde
ahora los capítulos de tu muerte,
los elementos de tu
más certero abandono.
Nunca dejes de lado tu
miseria,
así descanses a su
vera
como junto al blanco
cuerpo
del que se ha retirado
el deseo.
Ten siempre lista tu
miseria,
y no permitas que se
evada por distracción o engaño.
Aprende a reconocerla
hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las
finas hojas del carbonero,
el abrirse de las
flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una
jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín
en los arrabales,
el vaso de latón que
mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de
los ciegos,
las campanillas que
agotan su llamado
en el solar sembrado
de eucaliptos,
el yodo de las
navegaciones.
No mezcles tu miseria
en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla
para las horas de tu solaz
y teje con ella la
verdadera,
la sola materia
perdurable
de tu episodio sobre
la tierra.
Alvaro
Mutis.