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sábado, 12 de julio de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA






                           LA DANZA DE LAS HORAS


Hoy, que está la mañana fresca, azul y lozana;
hoy, que parece un niño juguetón la mañana,
y el sol parece como que quisiera subir
corriendo por las nubes, en la extensión lejana,
      hoy quisiera reír…

Hoy, que la tarde esta dorada y encendida;
en que cantan los campos una canción de vida,
bajo el cóncavo cielo que se copia en el mar,
hoy, la Muerte parece que estuviera dormida,
      hoy quisiera besar…

Hoy, que la luna tiene un color ceniciento;
hoy, que me dice cosas tan ambiguas el viento
a cuyo paso eriza su cabellera el mar;
hoy, que las horas tienen un sonido más lento,
      hoy quisiera llorar…

Hoy, que la noche tiene una trágica duda,
en que vaga en la sombra una pregunta muda;
en que se siente que algo siniestro va a venir,
que se baña en el pecho la Tristeza desnuda,
      hoy quisiera morir…


                                                             Abraham Valdelomar

jueves, 10 de julio de 2014

OBITER DICTUM






«No es fácil que se pueda ver que alguien es infeliz por no fijarse en lo que sucede en el alma de otro, pero es forzoso que sean infelices quienes no siguen de cerca los movimientos de su propia alma.»

Marco Aurelio.

martes, 8 de julio de 2014

OBITER DICTUM






“Bayona está repleta de fascistas españoles. Son ellos los que definen el estilo de la ciudad —llenan todas las mesitas de los cafés, vociferan en los bulevares, con sus altaneras jetas de degenerados, sus orgullosas cabezas, sus macizas sortijas en los dedos—. Forman grupos ante los quioscos, cogen el periódico recién llegado de San Sebastián y ahí mismo, gritando, sin escrúpulos, lo declaman. El periódico comunica noticias pasmosas, mata, tritura, hace papilla a los republicanos... Revista de la prensa alemana e italiana recién salida, crónica deportiva de Berlín y de Lisboa. La ebria charlatanería del general Queipo de Llano, que ya estomaga y va en la última página. En cambio, en la primera página, en un puesto de honor del periódico, figura la declaración de Trotski de que los días del Komintern y de la Unión Soviética están contados. En la orquesta de la prensa fascista, el fagot chillón de Trotski ejecuta arias cada vez de mayor responsabilidad. No es casual que los facciosos españoles se encuentren.”


Mijail Koltsov

lunes, 7 de julio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





MARINES EN DANANG


“Los días eran todos semejantes. El sol salía alrededor de las seis y cambiaba de color a medida que ascendía, del rojo al oro, del oro al blanco. Las neblinas de los arrozales se evaporaban y la brisa del amanecer se desvanecía. A mediodía, nada se movía bajo el cielo brillante. Los campesinos abandonaban los campos en busca de la sombra de sus aldeas; los búfalos permanecían inmóviles en los cenagales, dejando asomar únicamente sus cabezas y sus gruesos y curvados cuernos por encima del barro; los árboles estaban tan quietos como plantas en un invernadero. A media tarde soplaba el viento desde las montañas, un viento ardiente que levantaba el polvo de los caminos y los secos arrozales crujían bajo el sol, en los lugares donde se había recolectado el arroz. Toda vez que soplaba el viento, no podíamos mirar a ningún lado sin ver polvo: nubes de polvo, mantos de polvo, demonios de polvo que se arremolinaban en las tiendas cuyas paredes de lona ondulaban como velas, tensaban las cuerdas y desaparecían súbitamente cuando pasaba el remolino. No era un polvo agradable sino un elemento espeso que se adhería a todo lo que tocaba, a la carne a los fusiles, a las hojas de los árboles. Cubría el grasiento equipo de cocina del fogón, de modo que teníamos que comer polvo además de respirarlo. Y también beberlo, porque se filtraba en las bolsas y en los botes defectuosos, por lo que el agua sabía a barro tibio. A última hora de la tarde, las montañas otorgaban una prematura luz crepuscular al llano costero, pero el temprano anochecer era el peor momento. El viento amainaba y el aire se volvía sofocante a medida que la tierra liberaba el calor que había absorbido a lo largo de día. Bebíamos de nuestras cantimploras hasta que las barrigas sobresalían y tratábamos de movernos lo menos posible. El sudor chorreaba por nuestro cuerpo y nuestra cara. El polvo adherido a nuestra piel se espesaba en una película gomosa. Las temperaturas no revelaban nada: el clima de Indochina no se presta a las normas de medición convencionales. El hilo de mercurio puede llegar un día a los 37 grados, a 43 el siguiente y a 40 dos días más tarde, 0ero estas cifras no expresan la intensidad de aquel calor, del mismo modo que la lectura de un barómetro no indica el poder destructivo de un tifón. La única medida válida era lo que el calor podía hacerle al hombre, y eso era bastante sencillo: matarlo, cocerle los sesos o exprimirle el sudor hasta que abandonaba por cansancio. Los pilotos y los mecánicos de la base podían escapar a sus frescas barracas o clubs con aire acondicionado, pero dentro de la zona no era posible hacer nada con el calor, excepto soportarlo. El alivio sólo llegaba por la noche y la noche siempre era portadora de enjambres de mosquitos palúdicos y del crac-crac-crac de los fusiles de los francotiradores.”


Philip Caputo. 
Un rumor de guerra. 
Inédita Editores.

sábado, 5 de julio de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA PUERTA






[…]

Contemplándome o estrellándome
en todos los espejos rotos de la nada, polvoroso

y ultrarremoto desde el origen.

El callejón de los ancianos muere donde mueren las
                últimas águilas…

[…]


     Pablo de Rokha.

viernes, 4 de julio de 2014

OBITER DICTUM






«Entre las gentes que pululaban en torno al comando no faltaban los hombres que se consideraban indispensables para ciertas funciones y quienes a toda costa querían ser el relevo de los que ejercían determinados mandos o desempeñaban cargos de responsabilidad; tampoco escaseaban los de aspecto facineroso que aspiraban (o pretendían) remediarlo todo por la violencia, pero que, invariablemente, no estaban nunca bien dispuestos a aplicarla batiéndose en la línea de fuego; naturalmente eran éstos los fanfarrones y matones de siempre, esa auténtica élite de truhanes que actúa en la retaguardia de los frentes de combate en todas las guerras, especialmente en las civiles y en las revoluciones; verdaderos especialistas en el ataque a traición o en pandilla contra los indefensos. »

Vicente Rojo.

miércoles, 2 de julio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






EL SUEÑO DE ULJETU


            “Fue imposible dormir durante el viaje nocturno. El autobús avanzaba dando sacudidas por carreteras secundarias y paraba cada media hora en un chai-khana. Por el altavoz se oía el parloteo incesante de un sermón. Llegamos a Zanjan pasada la medianoche, absolutamente agotados. En dos hoteles se negaron a aceptarnos, y en el tercero el dueño nos hizo pasar a un cuchitril sin ventanas y con las paredes llenas de inscripciones. Nos contó que diez años atrás había estado en Aberdeen, y la verdad es que olía como si no se hubiese lavado desde entonces. En su defensa hay que decir que en su hotel tampoco se veía ninguna instalación para hacerlo.
         A la mañana siguiente nos levantamos temprano y cogimos un microbús lleno de viejas coléricas. Nos dirigíamos a Sultaniya, ahora una extensión de ruinas a punto de desmoronarse, pero que en una época había sido la capital de la Persia mongol, desde donde se gobernaba un imperio que se extendía desde el Oxus hasta el Éufrates.
         Cuando Polo pasó por Persia en su viaje de ida, la ciudad aún no estaba construida y sus tierras todavía estaban ocupadas por los trigales Qongqur-Oleng, las praderas doradas. Pero en 1324, cuando Polo murió, la ciudad superaba el millón de habitantes. Sultaniya se construyó por encargo del kan Il Uljetu, el hijo del tataranieto de Gengis Kan, un personaje al estilo de Claudio a quien su familia llamaba “El Mulatero” y que los libros de historia mencionan por su amplio y diversificado interés en la religión. Nacido cristiano nestoriano, fue bautizado con el nombre de Nicolás y sucesivamente se hizo chamanita, budista, musulmán chiíta, para abrazar finalmente la fe sunnita. Después de profesar todas las religiones accesibles, murió de un trastorno digestivo en 1316.
         Sultaniya era su gran pasión. Había pasado buena parte de su infancia cazando en los ricos pastos que había allí y en 1305 empezó la obra de lo que él quería que fuese la ciudad más grande y magnífica del mundo. Se levantaron las murallas, que medían treinta mil pasos de circunferencia, y en su interior apareció como por ensalmo toda una red de calles. Se alentó a nobles y oficiales a que construyeran palacios para ellos y casas para los campesinos. El visir e historiador Rachid ed-Din hizo edificar todo un barrio al que modestamente dio el nombre de Rachiddya en honor de su persona. En él podían encontrarse veinticuatro caravasares, una magnífica mezquita, dos alminares, una escuela, un hospital, mil quinientas tiendas, más de “treinta mil casas fascinantes, baños salubres, agradables jardines, fábricas de papel y de tejidos, una fábrica de tintes y una ceca”. Los artesanos y mercaderes fueron trasladados a la fuerza a la ciudad, y a cada oficio se le asignó su propia calle. Se propuso que Sultaniya se convirtiera en un centro de peregrinación, para lo cual Uljetu empezó a construir un enorme mausoleo en el centro de la ciudad destinado a albergar los cuerpos de los dos santos más importantes del mundo chiíta, Hussein y Alí, pero su conversión al islamismo sunnita truncó el proyecto de convertir Sultaniya en la meca chiíta. El mausoleo se convirtió en su propia tumba.
         Muy pronto el lugar empezó a prospera. El historiador Mustawfi afirmó que en ningún lugar del mundo se encontraban edificios tan hermosos y que los bazares no tenían parangón en todo el imperio mongol.

Allí podía encontrase todo lo inimaginable. Piedras preciosas y costosas especias de la India; turquesas de Khurasan y Fergana; lapislázuli y rubíes de Badakhshan; perlas del golfo pérsico; sedas de Gilan y Mazandaran; añil de Kirman, los magníficos tejidos de Yazd; las telas de Lombardía y Flandes, seda en rama, brocados, lacas, almizcle, ruibarbo chino, perros de caza árabes, halcones turcos, sementales de Hijaz…

Incluso había un arzobispo católico.
         Sin embargo la prosperidad fue ilusoria. Con toda su magnificencia, Sultaniya era la obra de un hombre, y murió con él. El día en que Uljetu fue enterrado, catorce mil familias abandonaron la ciudad. Les habían obligado a vivir allí por capricho de un gobernante extranjero, y aprovecharon la primera oportunidad que se les presentó para marcharse. En verano era fresco y agradable, pero durante el resto del año hacía un frío insoportable. El suministro de agua era inadecuado. Quedaba apartada de la ruta principal de la seda y los mercaderes empezaron a pasar de largo tan pronto como dejaron de obligarles a que se desviasen. Su esplendor se desvaneció con rapidez. Los sucesores de Uljetu trasladaron la capital a Tabriz. La población de Sultaniya inició el éxodo; las casas de adobe fueron arrastradas por la corriente. No quedó ni siquiera el espectro de la ciudad: simplemente desapareció. Lo único que se conservó fue el enorme mausoleo de Uljetu.
         Lo primero que vimos fue la enorme cúpula turquesa que resplandecía bajo los primeros rayos de sol de la mañana. Se erguía en medio de la extensión plana de una dehesa, solitaria como una montaña artificial de lacrillos y azulejos. El microbús no tenía ninguna para allí y nos dejo en la carretera principal, a tres kilómetros, que tuvimos que recorre andando.
         La tumba podría ser considerada en sí misma como una extraordinaria construcción de cualquier época, pero considerando que es el primer monumento de importancia que emerge de las cenizas de las invasiones mongoles, merece ocupar un puesto de honor entre las obras realizadas por el hombre medieval. El mausoleo fue construido sólo cincuenta años más tarde que la medersa de Sivas, pero ambas edificaciones están separadas por un gran golfo. En 1320, todas las ideas del Taj ya estaban expresadas aquí, en las llanuras al este de Tabriz. El Taj no es más que el refinamiento de Sultaniya, ya que en lo esencial es una repetición de una idea trescientos años más antigua. Robert Byron escribió que la audaz imaginación de Uljetu le recordaba a la de Brunelleschi, pero en realidad no existe una osadía comparable en toda la arquitectura europea. Como si San Pedro se hubiera construido cincuenta años después que Chartres.”


William Dalrymple. Tras los pasos de Marco Polo. Edhasa.

martes, 1 de julio de 2014

ALLÁ EN LAS INDIAS




LAS VOLUNTADES DE LA TIERRA


«Dentro del Once Ahau Katún fue cuando salió Ah-Mucen-Cab a vendar los ojos de los Trece dioses. No supieron su nombre. Solamente sus hermanas y sus hijos se lo dijeron, y tampoco podían ver su cara. Era el momento en que acababa de despertar la tierra. No sabían lo que iba a suceder.
Y fueron cogidos los Trece dioses por los Nueve dioses. Y llovió fuego, y llovió ceniza y cayeron árboles y piedras. Y vino el golpearse los árboles y las piedras unos contra otras.
Y fueron cogidos los Trece dioses, y fue rota su cabeza y abofeteado su rostro, y fueron escupidos, y se los cargaron a las espaldas. Y fue robada su Serpiente de Vida, con los cascabeles de su cola, y con ella, fueron cogidas sus plumas de quetzal. Y cogieron habas molidas junto con su semen y, junto con su corazón, semilla molida de calabaza, y semilla gruesa molida de calabaza, y frijoles molidos. Y El que es eterno, lo envolvió y lo ató todo junto, y se fue al decimotercero piso del cielo.
Y entonces cayeron su piel y las puntas de sus huesos aquí sobre la tierra. Y fue entonces que se escapó su corazón, porque los Trece dioses no querían que se les fuera su corazón y su semilla. Y fueron matados a flechazos los huérfanos, los desamparados y las viudas, que vivían sin fuerza para vivir.
Y fueron enterrados por la orilla de la arena en las olas del mar. Y entonces, en un solo golpe de agua, llegaron las aguas. Y cuando fue robada la Gran Serpiente, se desplomó el firmamento y hundió la tierra. Entonces los Cuatro dioses, los Cuatro Bacab, lo nivelaron todo. En el momento en que acabó la nivelación, se afirmaron en sus lugares para ordenar a los hombres amarillos.
Y se levantó el Primer Arbol Blanco, en el Norte. Y se levantó el arco del cielo, señal de la destrucción de abajo. Cuando está alzado el Primer Arbol Blanco, se levantó el Primer Arbol Negro, v en él se posó el pájaro de pecho negro. Y se levantó el Primer Arbol Amarillo, y en señal de la destrucción de abajo, se posó el pájaro de pecho amarillo. Y se oyeron los pasos de los hombres amarillos, los de semblante amarillo.
Y se levantó la Gran Madre Ceiba, en medio del recuerdo de la destrucción de la tierra. Se asentó derecha y alzó su copa, pidiendo hojas eternas. Y con sus ramas y sus raíces llamaba a su Señor.
Y se levantó Chac-piltec, al Oriente de la tierra. Y llamaba a su Señor. Y se alzó Zac-piltec, al Norte de la tierra. Y llamaba a su Señor. Y se levantó Lahun-chan, y llamaba a su Señor. Y se alzó Kanpiltec, y llamaba a su Señor. Estas son las Voluntades de la tierra.»

Juan José Hoil. Chilam Balam de Chumayel.

lunes, 30 de junio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EN EL POLVO DE ELEUSIS


         “Hoy en día la Vía Sacra no tiene nada de sagrado, excepto el nombre. Parte el camino de lo que otrora fue la antigua ciudad de Atenas, entre tendejones y edificios industriales, y pasa a través de suburbios misérrimos mientras asciende lentamente hacia las primeras estribaciones de la cordillera que limita por el occidente la llanura ática. El viajero de la Antigüedad solía detenerse en la cima, a descansar en un bosquecillo de laureles consagrado a Apolo. Todavía en nuestro tiempo son tales árboles los que dan nombre al lugar; sin embargo, hace muchos años que se construyó allí un monasterio cristiano, con el propósito de borrar la memoria de aquellos viajeros paganos, y el pinar que lo rodea es ahora el escenario en que cada año se celebra el Festival Vinícola de Dafne. De la cumbre, el camino desciende a la feraz llanura rariana donde, según se decía, las gramíneas fueron cultivadas por primera vez. En la actualidad esta llanura es la región más industrializada de Grecia, y aunque el camino sigue su trayecto original a lo largo de la playa, la estrecha bahía de Salamina, donde un día los atenienses derrotaron a la flota persa, que era muy superior a la suya, ahora se encuentra congestionada por los buques petroleros allí fondeados para descargar en las laberínticas instalaciones de almacenamiento.
         El viaje a Eleusis representaba una travesía al otro mundo para recobrar de la muerte a la hija de la generatriz de los granos, Demeter, cuyo dolor por la pérdida filial podía ser aliviado sólo a través del misterio del renacimiento. Es muy probable que el viajero que recorre la moderna autopista no pueda siquiera localizar los arroyuelos salobres que se creía manaban de una fuente subterránea y que en otro tiempo constituían la frontera entre los dos mundos. Un hombre llamado Krokon (Krokos, kroko, azafrán) pasaba por ser el primero que había vivido del otro lado, como esposo de la eleusina Sesara, nombre que era un epíteto de la terrible reina de los muertos. Como es natural, solamente los sacerdotes tenían el privilegio de pescar en aquellas aguas, pues eran ellos, los herederos de aquel oficio, quienes regulaban el paso de la vida a la muerte, un pasaje que la fe eleusina consideraba como una unión metafísica entre amantes a trabes de una división de agua. En Eleusis misma la religión que constituía la meta del viajero en la Antigüedad estaba protegida de miradas profanas por las murallas del santuario, y el dogma esencial era revelado únicamente a aquellos que, bajo pena de muerte, habían hecho votos de mantenerlo en secreto y se habían sometido a un prolongado aleccionamiento para su iniciación. Y si bien las murallas se han convertido en ruinas y brevemente en la zona prohibida, el secreto no se encuentra ya en ese lugar. Un siglo de excavaciones arqueológicas ha logrado solamente poner al descubierto los vestigios de un santuario que fue destruido no sólo por el tiempo, sino por el odio enconado de una fe rival, ya que los misterios de Eleusis compitieron demasiado bien con la nueva religión y, finalmente, en el cuarto siglo de la era cristiana, fueron violentamente clausurados, después de casi dos milenios durante los cuales fueron el principal consuelo espiritual para todo el mundo helenizado.
         El templo profanado ha perdido su carácter sagrado; hace mucho tiempo que todos sus dioses murieron o fueron expulsados. Pero en Atenas, unos seis metros bajo el nivel de la ciudad moderna, aún podemos hollar un tramo de la Vía Sacra, en el punto en que dejaba la puerta de la ciudad y pasaba por entre los monumentos del cementerio antiguo. Cuando uno se encuentra en el lugar de esta excavación la ciudad intrusa desaparece y podemos contemplar directamente la Acrópolis, a través de los siglos. En el pantanoso terreno que se extiende a los lados del camino crecen cañaverales que florecen profusamente; entre el croar de las ranas aún podemos casi escuchar los gritos exultantes de los iniciados cuando partían hacia Eleusis, llamando a Iaccos (Iakchos), como en el coro eleusino de Las ranas, de Aristófanes. Este Iaccos era quien los guiaría a los misterios. En una de las intervenciones del coro en Ion, de Eurípides, también nos llega algo del regocijo primigenio. Allí los iniciados hablan de la santa sexta noche, cuando finalmente llegarían al pozo sagrado, junto a la puerta del santuario en Eleusis. En ese sitio cantarían y danzarían sin pegar los ojos en toda la noche, en honor de Dionisios y de la madre y la hija sagradas, Demeter y Perséfone. Y con su danza se mezclarían también el cielo estrellado y la Luna y todas las cincuenta hijas de Océano, que saldrían de los ríos y del mar.”



R. Gordon Wasson. 
El camino a Eleusis. 
Fondo de Cultura Económica.

sábado, 28 de junio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




ENTRE EL POLVO DE UN HOGAR


«En esos momentos, cuando bajo el casco de acero sólo hay una cabeza ausente y vacía con unos ojos que no expresan más que los de un animal que olfatea un peligro de vida o muerte, no hay más que el ritmo de las explosiones más o menos cercanas, violentas, mortales, definitivas, y los gritos de los aterrados o violentos que después serán calificados, según el resultado del combate, de héroes, cobardes o asesinos. Los gritos de los heridos también, de los agonizantes, de los moribundos que todavía gritan contemplando con sus ojos extraviados su propia muerte, los gritos de aquellos a los que el choque de la metralla conmociona antes que a todos los demás y que huyen en todas direcciones aullando como locos ciegos. Hay escenas trágicas, increíbles, que hacen pasar de un sobresalto a otro. Intestinos pegados a la grava ya roja, salpicados de un moribundo a otro. Vehículos llenos de remaches entreabiertos como el vientre de una vaca recién desollada y que arden mugiendo entre las llamas de la noche infernal. Árboles destrozados, ventanas abiertas de las que salen fantasmas de polvo y pasado que dispersan en el olvido permanente lo que fue la vida familiar de un hogar… »


Guy Sajer.

El soldado olvidado.

Books4pocket.

jueves, 26 de junio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





LA MARCHA FUNEBRE


Unos días antes de su ascensión al poder, el Partido Comunista organizó una manifestación en Budapest durante la cual murieron algunos de sus miembros. Como prueba de su poder, el partido preparó un multitudinario cortejo fúnebre. Unos cincuenta mil obreros del cinturón de fábricas que rodeaba Budapest siguieron el ataúd, adornado con coronas verdes y cintas rojas. Marchaban lentamente, con disciplina y dignidad. Hungría era un país que surgía de un estado casi feudal; los ciudadanos de Budapest no habían visto nunca esa multitud de robustos proletarios que desfilaba por sus elegantes calles comerciales; probablemente, muchos de ellos no habían visto a un obrero de fábrica en su vida. La Marcha fúnebre de Chopin, repetida sin cesar por la banda de los obreros ferroviarios mientras la procesión atravesaba lentamente la ciudad, era para aquellos burgueses el toque fúnebre de toda una época.

Arthur Koestler.
Memorias.

Editorial Lumen.

Marcha fúnebre


miércoles, 25 de junio de 2014

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA







Y el llanto del Rey cayó
al Lago, y éste creció.
Creció de tal forma
que anego la ciudad,
el Reino y el país entero,
hasta más allá de las lindes
donde Gudú había pisado.
Y tanto él como su Reino,
como cuantos con él vivieron,
desaparecieron en el Olvido.

Ana María Matute.

domingo, 22 de junio de 2014

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE









REEDUCACIÓN DE BURGUESES


   “En los alrededores de Pekín, se alza un gran edificio blanco. El visitante no puede dejar de sorprenderse, cuando se le informa que se trata del Instituto para la Reeducación de Burgueses. Allí, los miembros de las viejas clases dominantes que han decidido quedarse en China se asimilan a la doctrina de la nueva sociedad. También se practican experiencias de «reeducación» con los intelectuales que incurren en desviaciones: el individualismo, el idealismo burgués, no se pagan con la vida, al menos en un sentido literal; la solución es otra: el intelectual que ha errado la ruta, desaparece de circulación por un tiempo, es enviado a las comunas populares para limpiarse la cabeza de malas ideas, por medio del rudo trabajo de la tierra, la vida sana y largas sesiones de crítica y autocrítica. El caso más resonante de los últimos tiempos, ha sido el de Tieng Ling, la mejor novelista china, premio Lenin y ex presidente de la Unión de Escritores. Se conocen diversas versiones acerca de su destino. El poeta Ai Chin, por otra parte, ya «reeducado», ha sido readmitido en las filas comunistas.”


Eduardo Galeano. 
Nosotros decimos no: Crónicas (1963/1988).
Siglo XXI.