«Entre las gentes que pululaban en torno al comando no
faltaban los hombres que se consideraban indispensables para ciertas funciones
y quienes a toda costa querían ser el relevo de los que ejercían determinados
mandos o desempeñaban cargos de responsabilidad; tampoco escaseaban los de
aspecto facineroso que aspiraban (o pretendían) remediarlo todo por la
violencia, pero que, invariablemente, no estaban nunca bien dispuestos a
aplicarla batiéndose en la línea de fuego; naturalmente eran éstos los
fanfarrones y matones de siempre, esa auténtica élite de truhanes que actúa en
la retaguardia de los frentes de combate en todas las guerras, especialmente en
las civiles y en las revoluciones; verdaderos especialistas en el ataque a
traición o en pandilla contra los indefensos. »
Vicente Rojo.