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sábado, 22 de febrero de 2020

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





Solo, para soportar el peso de mis palabras:

Las que no se dicen y coagulan un trozo de alma.

Convertido en mi propio presidio, tiendo ante mí el callejón pampeano de mis anhelos, para caminar inconsolablemente, lastimando mis dolores.

No quiero guías que confundan mi rumbo.

No quiero amigos sobre quienes pesar egoístamente.

Sé, que solo las llegadas, que son cansancio, pueden fructificar en partidas, que son victoria.

Ceder y poseer están dormidos en lo más solitario de mi intimidad.

Sé, que únicamente, cuando el silencio ha cerrado todas las puertas que la inquietud le inflige como espuelas, puedo encontrar; en mi alma, la acequia cantora de mi fuerza.


                                            Ricardo Güiraldes.