LOS AMIGOS MUERTOS
«Quizá nada hace sentir
más el cariño y la gratitud que sentirse bajo el patronazgo de una amistad
superior que, por su ascendiente sobre la sociedad, hace pasar vuestros
defectos por cualidades, vuestras imperfecciones por encanto. Un hombre os
protege por lo que él vale, una mujer por lo que vosotros valéis: he aquí por qué
de estas dos formas de dominación una resulta tan odiosa, la otra tan dulce.
Desde que perdí a esta persona tan generosa, de alma tan noble, de un espíritu
que reunía algo de la fuerza del pensamiento de madame de Staël y la gracia del
talento de madame de La Fayette, no he dejado de llorarla, de reprocharme las
injusticias con que he podido afligir a veces a corazones que se habían
consagrado a mí. ¡Hay que vigilar bien nuestro carácter! Pensemos que podemos,
pese a sentir un cariño profundo, envenenar una vida que redimiríamos al precio
de toda nuestra sangre. Cuando nuestros amigos hayan muerto, ¿cómo podremos
reparar nuestros errores? Nuestros inútiles lamentos, nuestros vanos
arrepentimientos, ¿son un remedio para las penas que les hemos causado? Hubieran
preferido de nosotros una sonrisa en vida a todas nuestras lágrimas después de
su muerte.»
François-René
de Chateaubriand.
Memorias
de ultratumba.
Acantilado