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miércoles, 26 de febrero de 2020

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EL MAESTRO DE MÚSICA


Una de mis cruces en el pueblo eran las visitas del marido de la maestra, que en otros tiempos había sido maestro de música. Era un hombre de edad, con espesos bigotes grises y unos ojos redondos e inexpresivos jaspeados de blanco, que había nacido en el norte de España. Sentía profundamente la fatalidad de verse exiliado en una aldea bárbara, donde no había ni un café ni un paseo , y apenas se jugaba a las cartas. Para suplir estos esparcimientos me hacía interminables visitas en la presunción de que, como inglés, yo debía también sufrir por ello. Era una de esas personas —de ellas hay muchas en España— que creen que cuantas más veces se diga una cosa más cierta es, y, por eso, siempre que me visitaba su conversación era la misma. Tan pronto como agotábamos el tema de los dolores de cabeza de su mujer y su propio lumbago, comenzaba el tema tópico de las diferencias entre Inglaterra y Andalucía.
—¿Ustedes, en Inglaterra, no gozan mucho del sol?
—No, don Eduardo; muy poco.
—¿Siempre está lloviendo?
—Sí, casi siempre.
—¿Y hay niebla?
—Sí, hay niebla.
—Sin embargo, ¿pueden ustedes cultivar naranjas?
—No, hace demasiado frío para eso. Nuestras frutas son sólo las manzanas y las ciruelas.
—Y, naturalmente, aceitunas.
—Desafortunadamente, no. Las aceitunas necesitan sol.
—Eso sí que es raro. Siempre había oído decir que, gracias a las corrientes cálidas del golfo de México, eran ustedes capaces de cultivar plantas de climas meridionales.
—Ni una.
—Pero seguramente tendrán higueras.
—Sí, en algunos sitios; pero por lo general su fruto no madura.
—¡Ah!, de manera que higueras. Ya me imaginaba…, ¿y también tienen ustedes almendros?
—No, en absoluto.

Gerald Brenan.

Al Sur de Granada.
Tusquets  Editores.