EL TRAJE
"A veces pienso que, probablemente,
contribuiría a darme una concepción más sólida y fría de la vida presentarme de
una manera más cuidada y más decente. Tendría que hacerme un buen traje –un traje
hecho por un buen sastre--. Todos los trajes que he llevado hasta ahora, han
tomado un aire de trajes regalados, de ropa dada, a pesar de haber sido siempre
pagados religiosamente por mi familia. Si alguna vez hubiese llevado un traje
regalado, me hubiera caído exactamente igual que un traje pagado –cosa que es
muy triste--. No tendría que llevar tantos agujeros en los pantalones de
quemazos de tabaco. Tendría que llevar tirantes. No he llevado tirantes más que
el día que hice la Primera Comunión.
¿Por qué? Todo el mundo que me conoce debe haber constatado que los pantalones
siempre se me caen un poco. Es equivocado –horrible--. Debería tener un reloj.
Me ahorraría la angustia de no saber la hora y el ridículo de llegar antes de
la hora fijada. Tendría que tener un paraguas, una gabardina, media docena de
camisas, tres o cuatro corbatas, tendría que afeitarme cada día. El señor
Totusaus, barbero del Ateneo, me preguntó un día: “Usted, señor Pla, ¿dónde se
arregla el pelo?”. ¡Qué vergüenza, Dios mío...! Suerte que el señor Totusaus
habla en voz baja y nadie se enteró. ¡Cuando pienso en la dulzura exquisita, en
la morenez suavísima de mosén Riber cuando sale de la barbería! ¡Tendría que
hacerme lustrar los zapatos, día sí, día no, por lo menos! ¡Y mis sombreros!
Son sombreros baratos, generalmente –sospecho—pasados de moda, que al cabo de
dos o tres días de llevarlos ya parecen viejos. Tendría que llevar las uñas
arregladas, hacerme dar, de tanto en tanto, una fricción, perfumarme un poco.
Todo el mundo se perfuma un poco –discretamente--. Esto –discretamente— me hace
una gracia incontenible. Pero ¿sería posible imaginarme en posición horizontal
sobre un asiento de peluquería? Cuando el señor Totusaus me invita, le digo que
no tengo tiempo. Es una simple excusa. En realidad, es una cosa que me repugna
de una manera profunda. Tendría que hacer un autentico sacrificio. Y es que el
mayor defecto que tengo –en relación con el ambiente del país—es el de no ser
presumido."
Jospep Pla.
El cuaderno gris.
Ediciones Destino.