1954
“En Tarrytown vi un bote hundido por las lluvias de
agosto. Cogí el tren de Boston que sale a la una. Me tomé unos whiskies en el
comedor con un comerciante campechano. El comedor olía a comida rancia. La
mantelería era sórdida; los camareros hoscos. La taza del lavabo estaba rota y
al mirar dentro vi pasar las vías. Por la ventanilla, el paisaje otoñal; los
arroyos desbordados y el mar, que en la costa parece contar una historia muy
triste. He hecho este viaje mil veces y en vista de lo sucedido en el pasado,
me parece lógico sentir ansiedad; sufrir regresiones a la infancia; sentir
temor, no de las imágenes sino de las sombras, de esa creación que veo con el
rabillo del ojo.”
John
Cheever