EN SACHION
“Terminada la travesía del desierto susodicho se llega la ciudad de
Sachion, que está a la entrada de la gran provincia de Tanguth donde viven
pocos cristianos nestorianos; otros habitantes guardan la ley del miserable
Mahoma, y los restantes son idólatras. Los vecinos gentiles tienen su propia
lengua. Todos los moradores de esta ciudad no se aplican a la contratación,
sino que viven sólo de los frutos de la tierra. En Sachion hay muchos
monasterios dedicados a diversos ídolos, a los que se hacen grandes sacrificios
y a los que el pueblo muestra grandísima devoción. Cuando a un hombre le nace
un hijo, inmediatamente lo consagra a algún ídolo, en cuyo honor tiene un
carnero en su casa aquel año; cumplido el año desde el nacimiento de su hijo,
en la primera fiesta de ese dios que se celebra después del curso del año,
ofrece al ídolo el hijo y el carnero con suma devoción. Después cuece la carne
del carnero y la ofrenda al ídolo, y la deja en su presencia hasta que terminan
las oraciones que se profieren ante él según la costumbre de la ciudad. El
padre le ruega suplicante que se digne conservar la vida de su hijo, y creen
que entre tanto el dios come el caldo de la carne *** y conservan sus huesos
con unción en un hermoso recipiente. Cuando muere alguien, aquéllos a cuyo
cargo están los cuerpos de los muertos lo hacen quemar. En la incineración se
sigue el siguiente ritual: *** debe ser ofrecido a la pira su cadáver; aquéllos
les preguntan el mes, el día y la hora de su nacimiento, y una vez averiguada
la constelación de su horóscopo indican el día en que se ha de quemar. Algunas
veces hacen que se retenga el cadáver por siete días, otras por un mes, en
ocasiones por seis meses; mientras tanto lo guardan en casa de la siguiente
manera: tienen un ataúd de tablas muy gruesas y acopladas con tal maña que no
puede exhalar hedor alguno, antes bien, está pintado por fuera primorosamente. Allí
colocan el cadáver embalsamado con muchas especias y cubren el sarcófago con un
hermoso paño. Todos los días, mientras permanece el cuerpo en casa, preparan a
la hora de yantar una mesa junto a la caja con vino y delicados manjares, que
queda puesta el tiempo que podría tardar un hombre vivo en comerlos, pues dicen
que el alma del difunto prueba las viandas que están servidas en su nombre. También
se consulta a los astrólogos susodichos por qué puerta se ha de sacar de casa
el cuerpo del difunto, pues dicen que algunas veces esta o aquella puerta
careció en su construcción de buenas obras, por lo cual no la consideran
adecuada para sacar por ella los restos mortales, y así mandan que se lleve el
cadáver a la pira por otra puerta o abriendo un nuevo orificio en la pared. Cuando
es llevado a quemar fuera de la ciudad o de la villa, erigen por el camino
cabañas de madera en muchos lugares, cubiertas de paños de seda y oro; cuando
llega ante una de ellas, depositan la caja con el cadáver ante la choza y
esparcen en tierra ante el ataúd vino y finos manjares, diciendo que aquel
muerto va a ser recibido en la otra vida con tal festín. A la hora de las
exequias preceden al sarcófago todos los instrumentos de los músicos de la ciudad,
cuyo sonido produce gran deleite. Al llegar al lugar de la pira, tienen
cortadas en hojas de papel figuras de hombres, mujeres, caballos, camellos y
muchos dineros, todo lo cual arde juntamente con el cadáver, pues dicen que va
a tener en la otra vida tantos siervos y criadas, animales y dineros como imágenes
se quemaron con él, y que así vivirá con riquezas y honra. Esta superstición la
observa por doquier en las partes de oriente la ceguera de los gentiles a la
hora de incinerar los cadáveres humanos.”
Marco Polo. El libro
de… Alianza Editorial.