«La orden fue dada a la una de la
tarde y la hora de partida eran las seis. La policía transmitía la orden a los
taxistas en la calle y estos, entusiasmados, hacían bajar a sus pasajeros
explicando orgullosos que tenían que ir al combate. Después de llenar sus
depósitos en sus garajes, se alinearon seiscientos taxis en perfecta formación
en el lugar fijado. Gallieni,
que los inspeccionó, estaba
encantado: “Eh bien, voilà au moins qui n`est pas banal!”.»
Barbara Tuchman.