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viernes, 5 de agosto de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






EL OTRO VIAJE


“Pero, no es ya sólo el poeta el que se conmueve a la consideración de estos suplicios: son los pueblos civilizados: el Parlamento alemán va a discutir en breve un proyecto del Siglo monis, órgano de  las sociedades del monomonismo alemán.
Este proyecto es como sigue, a grandes líneas:
1. Toda persona atacada de enfermedad incurable, tiene derecho a la euthanasia (o sea la muerte bella, la muerte agradable, sin el menor dolor, la muerte que se parece a un manso dormirse después de la labor cumplida...).
2. El tribunal correspondiente recibirá la solicitud del enfermo y dará el derecho de morir.
3. Una comisión médica, a instancias del tribunal, examinará al enfermo. Si éste lo deseare, otros médicos podrán asistir a la consulta.
4. El acta del examen dirá si, según la convicción de los médicos expertos, la muerte es más probable que la curación, o, cuando menos, que un estado de alivio que permita la aptitud para el trabajo.
5. Si el examen establece la gran probabilidad de un desenlace mortal, el tribunal concederá al enfermo el derecho a la euthanasia; en caso contrario, no se admite la solicitud.
6. Cuando se mate a un enfermo sin dolor, a petición formal suya, categóricamente expresada, el autor de la muerte no podrá ser perseguido (siempre que el enfermo  haya obtenido el derecho a la euthanasia, y supuesto que la autopsia establezca que su enfermedad era incurable).
7. El que mate a un enfermo sin su voluntad formal y expresa, será castigado con reclusión.
8. Los párrafos uno y siete, pueden, llegado el caso, aplicarse a los valetudinarios y lisiados.
Comentando lo anterior, un escritor francés dice: «Nada es más fácil, al parecer, que dar el derecho de matarse a los incurables que a gritos piden la muerte. Es esto permitir una obra de misericordia, una obra pía. La idea parece, en efecto, simple y generosa. Su aplicación encuentra, sin embargo, numerosas y serias dificultades. El año pasado, el Congreso  de Washington tuvo que ocuparse de un proyecto análogo, y no lo votó. Su discusión provocó en la Prensa y en la opinión apasionadas controversias. La intervención de los médicos y de los jueces no facilita la fatal transición; ésta constituye, por el contrario, una formalidad complicada y peligrosa. La euthanasia exige tales garantías científicas y legales, es un acto de una importancia tan grande, que el aparato judicial no funcionará sino con una circunspección y una lentitud meticulosas. Suponed que se cometiese un error, y ya tenéis a la institución comprometida para siempre. Para ser eficaz, necesitaría ser rápida, y el procedimiento no tendría esta indispensable rapidez...». Es cierto, y lo es también que el hombre no ha llegado aún a un grado de cultura suficiente para resolver tamañas dificultades; pero deseemos, deseemos con toda nuestra alma, que en un día no lejano, los médicos, que tan rara vez curan, cumplan siquiera con el que debía ser su oficio por excelencia: suprimir el dolor, ya que los adelantos científicos les permiten lograr fácilmente esta supresión. Deseemos igualmente que los gobiernos civilizados faciliten tan santa tarea, llenándola, es claro, de las garantías  indispensables.
De esta manera, si la humanidad no llega a realizar la promesa de Metchnikof, de siglo y medio de vida, tras del cual vendría el fin fisiológico, cuando menos lograremos que se supriman la agonía, el horror, el gesto trágico de los últimos momentos, y podremos entrar a lo invisible con la serenidad antigua, con la majestad humana que conviene a los actos solemnes, con la placidez crepuscular de quien se duerme sin dolor en la blanda almohada del misterio, casi con la ufanía, que debe mostrar el que pasa bajo ese negro arco de triunfo de la muerte.”

Amado Nervo. Crónicas. Biblioteca Ayacucho.