EL OTRO VIAJE
“Pero, no es ya sólo el poeta el que se conmueve a la consideración
de estos suplicios: son los pueblos civilizados: el Parlamento alemán va a
discutir en breve un proyecto del Siglo monis, órgano
de las sociedades del monomonismo alemán.
Este proyecto es como sigue, a grandes líneas:
1. Toda persona atacada de enfermedad incurable, tiene derecho a la
euthanasia (o sea la muerte bella, la muerte agradable, sin el menor dolor, la
muerte que se parece a un manso dormirse después de la labor cumplida...).
2. El tribunal correspondiente recibirá la solicitud del enfermo y
dará el derecho de morir.
3. Una comisión médica, a instancias del tribunal, examinará al
enfermo. Si éste lo deseare, otros médicos podrán asistir a la consulta.
4. El acta del examen dirá si, según la convicción de los médicos
expertos, la muerte es más probable que la curación, o, cuando menos, que un
estado de alivio que permita la aptitud para el trabajo.
5. Si el examen establece la gran probabilidad de un desenlace
mortal, el tribunal concederá al enfermo el derecho a la euthanasia; en caso
contrario, no se admite la solicitud.
6. Cuando se mate a un enfermo sin dolor, a petición formal suya,
categóricamente expresada, el autor de la muerte no podrá ser perseguido
(siempre que el enfermo haya obtenido el
derecho a la euthanasia, y supuesto que la autopsia establezca que su
enfermedad era incurable).
7. El que mate a un enfermo sin su voluntad formal y expresa, será
castigado con reclusión.
8. Los párrafos uno y siete, pueden, llegado el caso, aplicarse a
los valetudinarios y lisiados.
Comentando lo anterior, un escritor francés dice: «Nada es más
fácil, al parecer, que dar el derecho de matarse a los incurables que a gritos
piden la muerte. Es esto permitir una obra de misericordia, una obra pía. La
idea parece, en efecto, simple y generosa. Su aplicación encuentra, sin
embargo, numerosas y serias dificultades. El año pasado, el Congreso de Washington tuvo que ocuparse de un
proyecto análogo, y no lo votó. Su discusión provocó en la Prensa y en la opinión
apasionadas controversias. La intervención de los médicos y de los jueces no
facilita la fatal transición; ésta constituye, por el contrario, una formalidad
complicada y peligrosa. La euthanasia exige tales garantías científicas y
legales, es un acto de una importancia tan grande, que el aparato judicial no
funcionará sino con una circunspección y una lentitud meticulosas. Suponed que
se cometiese un error, y ya tenéis a la institución comprometida para siempre.
Para ser eficaz, necesitaría ser rápida, y el procedimiento no tendría esta
indispensable rapidez...». Es cierto, y lo es también que el hombre no ha
llegado aún a un grado de cultura suficiente para resolver tamañas
dificultades; pero deseemos, deseemos con toda nuestra alma, que en un día no
lejano, los médicos, que tan rara vez curan, cumplan siquiera con el que debía
ser su oficio por excelencia: suprimir el dolor, ya que los adelantos
científicos les permiten lograr fácilmente esta supresión. Deseemos igualmente
que los gobiernos civilizados faciliten tan santa tarea, llenándola, es claro,
de las garantías indispensables.
De esta manera, si la humanidad no llega a realizar la promesa de
Metchnikof, de siglo y medio de vida, tras del cual vendría el fin fisiológico,
cuando menos lograremos que se supriman la agonía, el horror, el gesto trágico
de los últimos momentos, y podremos entrar a lo invisible con la serenidad
antigua, con la majestad humana que conviene a los actos solemnes, con la
placidez crepuscular de quien se duerme sin dolor en la blanda almohada del
misterio, casi con la ufanía, que debe mostrar el que pasa bajo ese negro arco
de triunfo de la muerte.”
Amado Nervo. Crónicas. Biblioteca Ayacucho.