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sábado, 20 de agosto de 2016

OBITER DICTUM






«Una bocanada de vapor sale de la máquina. Un inmenso gemido parece extenderse por el andén y luego dirigirse hacia Moscú. Nos abrazamos en silencio. Y el tren comienza a deslizarse suavemente. Agitan sus manos al mismo tiempo que van empequeñeciéndose sus figuras. Agitamos nuestras manos. Detrás de ellos, como una figura sin alma, el hombre de la N.K.V.D. nos mira… Ya sólo veo dos pañuelos y tres sombras. Ya ni sombras ni pañuelos. El tren se ha hundido en la soledad. Delante de nosotros la noche como un muro negro que fuéramos horadando. Detrás unas lucecitas que nos indican que allí está Moscú. Sigo mirando durante unos minutos. Mirando la oscuridad. Mirando las lucecitas cada vez más pequeñas.»

Enrique Castro Delgado.