DE LAS NACIONES Y LENGUAS
“También quiero contar sus naciones y lenguas, que desde la isla de
Mal Hado hasta los últimos hay. En la isla de Mal Hado hay dos lenguas: a los
unos llaman de Caoques y a los otros llaman de Han. En la Tierra Firme,
enfrente de la isla, hay otros que se llaman de Chorruco, y toman el nombre de
los montes donde viven.
Adelante, en la costa del mar, habitan otros que se llaman
Doguenes, y enfrente de ellos otros que tienen por nombre los de Mendica. Más
adelante, en la costa, están los quevenes, y enfrente de ellos, dentro de la
Tierra Firme, los mariames; y yendo por la costa adelante, están otros que se
llaman guaycones, y enfrente de éstos, dentro en la Tierra Firme, los iguaces.
Cabo de éstos están otros que se llaman atayos, y detrás de éstos, otros,
acubadaos, y de éstos hay muchos por esta vereda adelante. En la costa viven
otros llamados quitoles, y enfrente de éstos, dentro en la Tierra Firme, los
avavares. Con éstos se juntan los maliacones, y otros cutalchiches, y otros que
se llaman susolas, y otros que se llaman comos, y adelante en la costa están
los camoles, y en la misma costa adelante, otros a quien nosotros llamamos los
de los higos. Todas estas gentes tienen habitaciones y pueblos y lenguas
diversas. Entre éstos hay una lengua en que llaman a los hombres por mira acá;
arre acá; a los perros, xo; en toda la tierra se emborrachan con un humo, y dan
cuanto tienen por él. Beben también otra cosa que sacan de las hojas de los
árboles, como de encina, y tuéstanla en unos botes al fuego, y después que la
tienen tostada hinchan el bote de agua, y así lo tienen sobre el fuego, y
cuando ha hervido dos veces, échanlo en una vasija y están enfriándola con
media calabaza, y cuando está con mucha espuma bébenla tan caliente cuanto
pueden sufrir, y desde que la sacan del bote hasta que la beben están dando
voces, diciendo que ¿quién quiere beber? Y cuando las mujeres oyen estas voces,
luego se paran sin osarse mudar, y aunque estén mucho cargadas, no osan hacer
otra cosa, y si acaso alguna de ellas se mueve, la deshonran y la dan de palos,
y con muy gran enojo derraman el agua que tienen para beber, y la que han
bebido la tornan a lanzar, lo cual ellos hacen muy ligeramente y sin pena
alguna. La razón de la costumbre dan ellos, y dicen que si cuando ellos quieren
beber aquella agua las mujeres se mueven de donde les toma la voz, que en
aquella agua se les mete en el cuerpo una cosa mala y que dende a poco les hace
morir, y todo el tiempo que el agua está cociendo ha de estar el bote tapado, y
si acaso está destapado y alguna mujer pasa, lo derraman y no beben más de
aquella agua; es amarilla y están bebiéndola tres días sin comer, y cada día
bebe cada uno una arroba y media de ella, y cuando las mujeres están en su
costumbre no buscan de comer más de para sí solas, porque ninguna otra persona
come de lo que ellas traen. En el tiempo que así estaba, entre éstos vi una
diablura, y es que vi un hombre casado con otro, y éstos son unos hombres
amarionados, impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de
mujeres, y tiran arco y llevan muy gran carga, y entre éstos vimos muchos de
ellos así amarionados como digo, y son más membrudos que los otros hombres y
más altos; sufren muy grandes cargas.”