“Recojo
mis documentos y redacto el informe del día en la oficina, comprobando con
tristeza los muchos proyectos iniciados que nunca se completaran. Un movimiento
en la ventana de enfrente me distrae y al azar la vista veo aparecer un momento
entre las persianas a una mujer llamada Giullietta, desnuda de cintura para
arriba con la pretensión de lavarse: una vista familiar que hemos llegado a
aceptar como pequeña ofrenda al dios de la fertilidad. Pasa por la calle un
vendedor de escobas gritando como el almuédano que llama a los fieles a la oración.
Ya están preparando las cenas y el prodigioso olor a comida agradable elimina
un momento el de los sumideros. Miro por última vez los ojos de las enormes y enigmáticas
estatuas femeninas que flanquean la entrada del palacio Calabritto y luego al
patio, donde un niño pequeño orina en la boca de un león de piedra.”
Norman
Lewis.