“Yo he andado por Francia desde que mi padre me llevó
allí cuando era un muchacho, y París era la única capital extranjera que
conocía. A mi padre le debo el haber sido un viajero y no un turista. La
distinción no es esnobismo; en realidad, tiene que ver más con la época que con
la educación, pues gran parte del problema del hombre moderno es que le educan
para aprender lenguas extranjeras y malinterpretar a los extranjeros. El
viajero ve lo que ve; el turista ve lo que ha ido a ver. Un auténtico viajero,
en una narración épica primitiva o en un cuento popular, no simulaba que le
gustara una hermosa princesa por su hermosura. Lo mismo puede decirse de un
marinero pobre, de un vagabundo, en suma de un viajero. No necesita formarse
una opinión de los periódicos parisinos, pero si quisiera tenerla,
probablemente los leería. El turista nunca. El turista nunca los lee, los llama
periodicuchos y sabe tanto de ellos como el chiffonnier
que los recoge con el pincho.”