WAIGUOREN
“La categoría de «amigo extranjero» o «invitado extranjero» es en
China una categoría interesante, por más que antinatural. Los funcionarios
tratan al extranjero como si fuera un panda valioso propenso a las travesuras. Bajo
ningún concepto debe sufrir el animal daño alguno; aunque hay que vigilarlo
todo el tiempo de modo que no vea demasiado, no actúe demasiado por su cuenta
ni influya en la conducta de los habitantes locales. «Tenemos amigos en todo el
mundo», anuncian las banderas colgadas en las fachadas de los hoteles, pero a
los funcionarios les inquieta que haya demasiados contactos entre chinos y no
chinos.
Las relaciones entre chinos y extranjeros causan horror; en
especial, si la mujer es china. De vez en cuando esta actitud desencadena
diatribas en la prensa oficial, pero nada es comparable a la xenofobia de la
Revolución Cultural, durante la cual se prohibió a Beethoven y las multitudes
apaleaban a los diplomáticos.
En cuanto a los propios chinos, existe un sentimiento de
cordialidad y curiosidad hacia el extranjero, lo cual es sorprendente dada la
xenofobia del pasado chino y el estigma que antes acarreaba el contacto con los
waiguoren (hombres de fuera). Lo cierto es que la palabra china para designar
el país es sencillamente «tierra del centro», una señal de su suposición de
centralidad en el orden de las cosas. A menudo notamos el atento examen de
ropas y conducta a que nos somete algún recién conocido; la impresión es la de
ser considerado no sólo extranjero, sino también, en cierto sentido, extraño.
La gente junto a la que uno pasa por la calle se detiene para contemplar
boquiabierta la ropa y los rasgos; a veces incluso nos siguen con la vista
volviendo la cabeza, por lo tanto, chocan con bicicletas o árboles. Cuando ven
a un extranjero, los niños gritan: «¡waiguoren, waiguoren!»; o «¡waibin,
waibin!» (invitado extranjero) si son lo bastante mayores como para combinar la
etiqueta y la excitación.”
Vikram Seth. Desde el lago del cielo. Ediciones B.