“Yo he dicho que nuestra civilización
occidental nació de la idea de una determinada dirección de la historia
estrechamente vinculada a la idea de progreso. Pero hay dos maneras de entender
esa noción. Una es que no se vuelve nunca atrás, que la ley de la naturaleza,
así como la de la cultura, es la transformación, y que incluso cuando nos
asomamos a nuestro pasado lo repensamos de tal manera que produce algo nuevo. La
otra es que todo lo que viene después es mejor que lo que existía antes. Las
dos ideas no son idénticas. Al hacer algo distinto es posible también producir
monstruos. El siglo XIX había divinizado la idea del progreso como
perfeccionamiento infinito y sin retorno. La idea hegeliana de un progreso
acumulativo es, en efecto, quizás, el gran defecto de la civilización moderna. Nuestro
siglo ha comprendido que el progreso no es forzosamente continuo y acumulativo.
Puede conocer fases ascendentes y reveses. El siglo XIX constituye a la vez el
momento de la gran celebración de ese progreso acumulativo y el comienzo de una
crisis moral profunda. Produjo un fundamentalismo del progreso del que debemos
huir. La ecología contemporánea representa acaso el momento más importante de
este cuestionamiento del progreso.”
Umberto Eco