“Si las carreteras, los ferrocarriles, los bancos, las compañías
de seguros, las grandes compañías por acciones, las universidades y los
establecimientos de beneficencia fueran otras tantas ramas del Estado; si, además,
las corporaciones municipales y los consejos locales, con todas sus
atribuciones, llegaran a convertirse en otros tantos departamentos de la
administración central; si los empleados de todas esas diversas empresas fueran
nombrados y pagados por el gobierno y solo de él esperasen las mejoras a que
aspiran, ni la más completa libertad de Prensa, ni la más popular composición
de la legislatura podrían impedir que Inglaterra o cualquier país libre lo
fuesen más que en el nombre. Y cuanto mayor y de manera más eficaz y científica
fuese construido el mecanismo administrativo, y cuanto más ingeniosas fuesen
las disposiciones para procurarse las manos y las cabezas más capaces de
hacerlo marchar…, mayor mal resultaría.”