EL ENTUSIASMO REVOLUCIONARIO Y LOS RUBLOS
«Supongamos que se fija a un tornero la producción normal en el
curso de la jornada en diez piezas. Cada una de esas piezas se pagan a rublo.
El obrero gana 10 rublos diarios. Como el precio de la pieza está
conscientemente calculado bajo para incitar al obrero a producir más piezas si
quiere obtener el mínimo que necesita para vivir, éste se afana y se agota en
el esfuerzo por aumentar la producción.
Y en vez de producir diez produce quince. Y aquí entra en juego
la extorsión y el atraco de los jefes de industria. Cuando sudando sangre y
extenuado por el esfuerzo el trabajador consigue estabilizar su producción en
15 piezas, la dirección de normas de la fábrica estima que la «norma» de
producción en una jornada deben ser 15 y no 10. Y al modificar la norma se reajusta
el pago de las mismas, nunca en la misma proporción al viejo valor establecido,
sino a menor precio. El trabajador deberá producir ahora veinte piezas para
estabilizar su salario en lo que percibía por la producción anterior de 15.
¡Ese era el secreto de aquel ritmo enloquecedor que yo observaba en las
fábricas soviéticas y que lo atribuía al entusiasmo, cuando no era otra cosa
que la consecuencia de la explotación más despiadada y científica de la clase
obrera y la manera de succionar la plusvalía del trabajo por el Estado y la
casta burocrática! En definitiva, el sistema era una acabada manera de
apropiación capitalista en las condiciones del capitalismo de Estado.»
Jesús
Hernández.
En
el país de la gran mentira.
Gregorio
del Toro.