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sábado, 26 de octubre de 2013

OBITER DICTUM





         Me paseaba por los bazares árabes, soñando —casi siempre con comida— en medio del tumulto alegre, colorido y, sin embargo, tranquilo de los camellos cargados de harina de mijo, de los burros paticortos, montados por ancianos bíblicos de largas piernas, y de los harapientos niños árabes, con una vestimenta que parecían camisones hechos trizas. Pasaba ociosamente junto a los puestos al aire libre con sus olores llamativos: las cien especias de los vendedores de especias, el olor fresco a cuero de los talabarteros y zapateros, el olor a carne quemada y carbón de los puestos de kebab, el olor de miel y grasa de oveja de las pastelerías; todo esto, suspendido en el aroma general del polvo y el sol, de la orina de los camellos y de los granos de café tostado. Esta sinfonía de olores hacía que uno sintiera menos hambre, siempre que no se acercara demasiado a los puestos de kebab.


Arthur Koestler.