EL ARRESTO
“Probablemente mi arresto fue del tipo más suave que
imaginarse pueda. No me arrancaron de los brazos de los familiares, ni de
nuestra vida doméstica, tan entrañable para nosotros. Un lánguido día de
febrero europeo me arrancaron de un estrecho cabo que se adentra en el mar
Báltico, donde habíamos rodeado a los alemanes o los alemanes a nosotros –no lo
sé bien--, lo cual me privó del familiar grupo de artillería y del espectáculo
de los últimos tres meses de la guerra.
El
jefe de la brigada me llamó al Puesto de Mando, y, sin saber para qué, me pidió
mi pistola; se la entregué, sin sospechar nada malo, y, de pronto, del grupo de
oficiales que en una tensa inmovilidad, se hallaban en un rincón, se
adelantaron dos oficiales del contraespionaje, en pocos saltos cruzaron la
habitación, me arrancaron la estrella de la gorra, los galones, la correa, la
bolsa de campaña… y gritaron con dramática voz:
--¡¡Queda
usted detenido!!
Abrasado
y traspasado de los pies a la cabeza, no se me ocurrió frase más genial que:
--¿Y?¡¿Por
qué…?¡
Es
una pregunta sin respuesta, pero yo, asombrosamente la recibí. Debo
mencionarlo, pues supuso algo extraño en nuestras costumbres. Cuando los del
SMERSH (1) acabaron de cachearme, junto con la bolsa, me quitaron mis
reflexiones políticas escritas. Atormentados por el temblor que en los
cristales producían las explosiones alemanas, apresuradamente me empujaron
hacia la salida. De pronto sonó una voz firme que se dirigía a mí ¡sí! A través
de aquel tajo sordo que me separaba de los que quedaban, el tajo que produjo,
al caer pesadamente, la palabra “arrestado”, sobre este límite pestífero, que
ya no rebasaría ni el sonido, pasaron las palabras inconcebibles, mágicas del
jefe de la Brigada.
--Soljenitsin,
vuélvase.
Con
un movimiento brusco me deshice de los del SMERSH y di un paso atrás, hacia el
jefe de la Brigada. Yo
apenas lo conocía. Él jamás había condescendido a hablar conmigo. Para mí, la
expresión de su cara siempre era una orden, una disposición, un reproche. Pero
ahora en su rostro brillaba la reflexión, no sé si era la vergüenza por su
forzada participación en un asunto sucio, o el afán de sacudirse la deplorable
subordinación de toda su vida. Hacía diez días, en una bolsa, había caído uno
de sus grupos de Artillería: doce piezas pesadas; logre rescatar mi batería de
exploración casi completa. Ahora, ¡tenía que renunciar aquel hombre a mí por un
trozo de papel sellado?
--¿Usted…
--preguntó con firmeza—tiene un amigo en el Primer Frente Ucraniano?
--Eso
no está permitido… ¡No tiene derecho! –gritaron al coronel el capitán y el
comandante del contraespionaje.
En
la esquina se acurrucó asustado el cortejo de oficiales de la jefatura, como si
temieran hacerse cómplices del inusitado desvarío del jefe de la Brigada (los de la Sección política ya se
preparaban para proporcionar material contra él). A mí me bastaba: en seguida
comprendí que había sido arrestado por cartearme con un amigo de la escuela y
comprendí de qué lado debía esperar el peligro.
Zajar
Georgievich Travkin podía no decir más. ¡Pero no! Siguió dignificándose e
irguiéndose ante sí mismo, se levantó de la mesa (antes jamás se había levantado
para acudir a mi encuentro) y a través del límite pestífero me tendió la mano
(cuando yo era libre nunca me la había pedido) y al estrechármela en medio del
mudo horror del séquito, con un poco de calor en su cara siempre severa, dijo
sin miedo y con claridad:
--¡Que
tenga suerte, capitán!
Yo
no sólo había dejado de ser capitán, sino que ya había pasado a ser enemigo
desenmascarado del pueblo (porque aquí todo el que es detenido queda
desenmascarado totalmente desde el momento del arresto). ¿Deseaba suerte a un
enemigo…?
Temblaban
los cristales. Las explosiones alemanas azotaban la tierra a unos doscientos
metros de allí, recordando que eso no había podido ocurrir dentro de nuestro
territorio, bajo la campana de una existencia establecida, sino aquí, sitiendo
el hálito de la muerte próxima que es con todos igual.”
1. Abreviatura de SMERt’ SHpiónam: Muerte a los espías.
Alesandr
Soljenitsin. Archipiélago Gulag. Plaza
& Janés.