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viernes, 28 de junio de 2013

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE







EL PRIMER CANTO DE AMOR


“Mientras yo estaba trabajando en el Museo de Antigüedades Orientales de Estambul, di por casualidad con una pequeña tableta que llevaba el número 2461. Era a fines del año 1951. Durante varias semanas había ido examinando, con más o menos premura, cajones enteros de tablillas, buscando la manera de identificar los textos literarios desconocidos e inéditos que allí yo iba descubriendo, y de averiguar, si ello fuera posible, a qué composición, a qué conjunto estaba ligado cada uno de ellos. Me esforcé en desbrozar el terreno y hacer una primera selección. Sabía de sobras que aquel año no tendría tiempo de copiar todas las tablillas; tenía que contentarme, por lo tanto, con las más importantes.
Cuando percibí, en uno de los cajones, entre otras muchísimas piezas, esa pequeña tablilla marcada con el número 2461, quedé sorprendido por su aspecto, por su estado de perfecta conservación. Me di cuenta enseguida de que se trataba de un poema de muchas estrofas, en el que se cantaba la belleza del amor; una gozosa desposada celebraba en él a un rey llamado Shu-Sin (un rey que había reinado en el país de Sumer, hará unos 4.000 años). Leí y releí el texto; no había duda: lo que yo tenía en la mano era ni más ni menos que uno de los más antiguos poemas de amor que jamás se hubiesen escrito. Pero pronto pude comprobar que no se trataba de un canto de amor profano. La pareja que en el poema se evocaba no era una pareja de amantes ordinarios, sino de amantes «consagrados»: el Rey y su Esposa «ritual». En fin, comprendí que se trataba de un poema que debía de haberse recitado durante la celebración de la santísima ceremonia, del antiquísimo rito sumerio que se llamaba el «Matrimonio sagrado». Cada año, de conformidad con las prescripciones religiosas, el soberano estaba obligado a «casarse» con una de las sacerdotisas de Inanna, la diosa del amor, y de la procreación, con objeto de asegurar la fertilidad de las tierras y la fecundidad de las hembras. Esa ceremonia tenía lugar el primer día del año, e iba precedida de fiestas y de banquetes, acompañados de música, de cantos y de danzas. El poema inscrito en la pequeña tablilla de  Estambul  había  sido recitado,  verosímilmente, en ocasión de una de esas fiestas de Año Nuevo por la elegida del rey Shu-Sin.

En la cámara llena de miel,
Deja que gocemos de tu radiante hermosura;
León, déjame que te acaricie;
Mi caricia amorosa es más suave que la miel.

Esposo, tú has tomado tu placer conmigo;
Díselo a mi madre, y ella te ofrecerá golosinas;
A mi padre, y te colmará de regalos.

Tu alma, yo sé cómo alegrar tu alma;
Esposo, duerme en nuestra casa hasta el alba.
Tu corazón, yo sé cómo alegrar tu corazón;
León, durmamos en nuestra casa hasta el alba.

Tú, ya que me amas, Dame, te lo ruego, tus caricias.
Mi señor dios, mi señor protector,              
Mi Shu-Sin, que alegra el corazón de Enlil,
Dame, te lo ruego, tus caricias.

Tu sitio dulce como la miel.
te ruego que pongas tu mano encima de él,
Pon tu mano encima de él como sobre una capa-gishban,
Cierra en copa tu mano sobre él
como sobre una capa-gishban-sikin.
Éste es un poema-balbale de Inanna.”


Samuel Noah Kramer. La historia empieza en Sumer. Ediciones Orbis.