“No contesta nunca, la que siempre contestaba. Intento creer que
mejor que esté muerta. Consuela pensar que ahora que está muerta ya no es judía
y no podrán hacerle más maldades ni asustarla. En su cementerio, ya no es una
judía con los ojos a la defensiva, carnalmente denegadores de culpabilidad, una
judía con la boca entreabierta por una oscura estupefacción heredada de miedo y
espera. Los ojos de los judíos vivos siempre tienen miedo. Es nuestra especialidad
de la casa, la desdicha. Ya saben ustedes, en los restaurantes de lujo tienen
la tarta de la casa. Lo nuestro es la desdicha de la casa, especialidad de la
casa, al por mayor y al por menor. Otro consuelo es que no me verá morir.”