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lunes, 30 de abril de 2012
sábado, 28 de abril de 2012
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EL TRABAJO
“Los españoles no conciben que se trabaje
para después descansar. Prefieren hacerlo a la inversa, lo cual, después de
todo, me parece más sensato. Un obrero que ha ganado unos cuantos reales deja
el trabajo, se echa al hombro su chaquetilla bordada, coge la guitarra y se va
a bailar o cortejar a las mozas, sus amigas, hasta que no le queda un cuarto;
entonces vuelve a comenzar. Con tres o cuatro perrillas diarias, un andaluz
puede vivir espléndidamente; con esta cantidad comprará un pan blanco, una raja
enorme de sandía y un vasito de aguardiente; su alojamiento no le costará más
que el trabajo de extender la capa en el suelo bajo un pórtico o un arco de
puente. En general, a los españoles el trabajo les parece cosa humillante e
indigna de un hombre libre, idea muy natural y muy razonable, en mi opinión, puesto
que Dios, queriendo castigar al hombre por su desobediencia, no supo infligirle
mayor suplicio que el ganar el pan con el sudor de su frente. Placeres
conquistados como los nuestros, a fuerza de trabajo, de fatigas, de tensión de
espíritu y de ansiedad, les parecerían muy caros. Como los pueblos sencillos y
mas cerca de la Naturaleza,
tienen una rectitud de juicio que les hace despreciar las satisfacciones con
condición. Para quien llegue de París o de Londres, esos dos torbellinos de
actividad devoradora, de existencia febril y sobreexcitada, es un espectáculo
original la vida que se hace en Granada, vida toda tranquilidad y ocio, ocupada
con la conversación, la visita, el paseo, la música y el baile. Sorprende ver
la tranquilidad feliz de aquellos rostros, la dignidad serena de aquellas
fisonomías. Nadie tiene el aire atareado que se observa en los transeúntes de
las calles de París. Todos van a gusto, eligiendo el lado de la sombra,
deteniéndose para hablar con sus amigos y sin demostrar prisa alguna por
llegar. La certeza de no poder ganar dinero apacigua toda ambición: los jóvenes
no tienen porvenir en ninguna carrera. Los más aventureros se van a Manila, a La Habana o se alistan en el
ejército; pero, por ese estado lamentable de la Hacienda, pasan a veces
años enteros sin oír hablar de sueldo. Convencidos de inutilidad de sus
esfuerzos, no tratan de alcanzar fortunas imposibles, y pasan el tiempo en una
ociosidad encantadora, que favorece la belleza del país y el ardor del clima.
No
me he dado apenas cuenta de la seriedad de los españoles; no hay nada más
engañador que las reputaciones que se hacen a los individuos y a los pueblos.
Por el contrario, los he encontrado sencillos y de una bondad extrema; España
es el verdadero país de la igualdad, si no en palabras, por lo menos en hechos.
El último mendigo enciende su papelito en el puro del gran señor, quien le deja
hacer sin la menor afectación de condescendencia; la marquesa pasa sonriendo
por encima del cuerpo andrajos de los vagabundos que duermen atravesados en el
umbral de su puerta, y cuando va de viaje no hace ningún asco de beber en el
mismo vaso que el mayoral, el zagal y el escopetero que la conducen. Los
extranjeros se acomodan difícilmente a esta familiaridad; los ingleses sobre
todo, que se hacen servir en bandejas las cartas, que cogen con tenacillas. Uno
de estos estimables insulares, que iba de Sevilla a Jerez, envió a su calesero
a que comiera en la cocina. El hombre, que, en el fondo de su alma, pensaba
hacer un gran honor a un hereje sentándose a su mesa, no hizo la menor
observación, y disimuló su enojo con tanto cuidado como un traidor de
melodrama; pero en medio del camino, a tres o cuatro leguas de Jerez, en un
desierto temeroso, lleno de barrancos y malezas, nuestro hombre hizo apearse al
inglés y le grito, fustigando al caballo: “Milord, usted no me ha creído digno
de sentarme a su mesa; yo, don José Balbino Bustamante y Orozco, le juzgo a
usted mala compañía para ir sentado en esta banqueta. Buenas tardes.”
A
los criados y demás servidores se les trata con una dulzura familiar, muy
diferente a nuestra cortesía afectada, que, a cada palabra, parece recordarles
la inferioridad de su posición. Un ejemplo probará nuestro aserto: Habíamos ido
de excursión a la casa de campo de la señora X***. Por la noche se quiso
bailar; pero había muchas más mujeres que hombres. La señora X*** llamó al
jardinero y a otro criado, los cuales bailaron durante toda la velada, sin
azoramiento, sin falsa vergüenza, sin servilismo, como si en realidad formasen
parte de la sociedad. Invitaron, una por una, a las muchachas más bonitas y más
linajudas, que aceptaron su demanda con toda la amabilidad posible. Nuestros
demócratas están aún muy lejos de esta igualdad práctica, y nuestros
republicanos más hoscos se rebelarían ante la idea de figurar en un rigodón
enfrente de un labriego o de un lacayo.”
Theophile Gautier. Viaje por España. Editorial Calpe.
viernes, 27 de abril de 2012
jueves, 26 de abril de 2012
ALLÁ EN LAS INDIAS
LENGUA, ALMAS Y CANÍBALES
Ítem: Diréis a sus altezas que a causa que acá no ay lengua por
medio de la cual a esta gente se pueda dar a entender nuestra santa fe, como
sus altezas desean e aun los que acá estamos, comoquier que se trabajará cuanto
pudieren, se embía de presente con estos navíos así de los caníbales, ombres e
mujeres e niños e niñas, los cuales sus altezas pueden mandar poner en poder de
personas con quien puedan mejor aprender la lengua, exercitándoles en cosas de
ser vicio e poco a poco mandando poner en ellos algún más cuidado que en otros
esclavos, para que deprendan unos apartados de otros, que no se fablen ni se
vean sino muy tarde, que más perfectamente deprenderán allá que no acá e serán
mucho mejores intérpretes, comoquier que acá no se dexará de fazer lo que se
pueda. Es verdad que como esta gente platican poco los de la una isla con los
de la otra, en las lenguas ay alguna diferencia entre ellos, según como están
más cercano o más lexos. Y porque entre las otras islas las de los caníbales
son mucho grandes e harto bien pobladas, parecerá acá que tomar de ellos e de ellas e embiarlos allá en Castilla
no sería sino bien, porque quitarse ían una vez de aquella inhumana costumbre
que tienen de comer ombres, e allá en Castilla, entendiendo la lengua, muy más
presto recibirán el bautismo e farán el provecho de sus ánimas. E aun entre
estos pueblos que no son destas costumbres se ganaría gran crédito por
nosotros, viendo que aquellos
prendiésemos e cautivásemos de quien ellos suelen recibir daños e tienen tamaño
miedo que del nombre sólo se espantan.
Certificando a sus altezas que la venida e vista desta flota acá en
esta tierra, así junta e fermosa, ha dado muy grande autoridad a esto e muy
grande seguridad para las cosas venideras, para que toda esta gente desta
grande isla e de las otras, viendo el buen tratamiento que a los buenos se fará
e el castigo que a los malos se dará, verná a obediencia prestamente para
poderlos mandar como vasallos de sus altezas. Comoquier que ellos agora, donde
quier que ombres se falle, no sólo fazen de grado lo que ombre quier que fagan,
mas ellos de su voluntad se ponen a todo lo que entienden que nos puede plazer.
E también pueden ser ciertos sus altezas que no menos allá, entre los
cristianos príncipes aver dado gran reputación la venida desta armada po muchos respetos, así presentes como
venideros, los cuales sus altezas podrán mejor pensar e entender que no sabría
dezir.
Ítem: Diréis a sus altezas que el provecho de las almas de los
dichos caníbales e aun destos de acá ha
traído en pensamiento que cuantos más
allá se llevasen sería mejor, e en ello sus altezas podrían ser servidos de
esta manera: que, visto cuánto son acá menester los ganados e bestias de
trabajo para el sostenimiento de la gente que acá ha de estar e bien de todas
estas islas. Sus altezas podrán dar licencia e permiso a un número de caravelas
suficiente que vengan acá cada año e trayan de los dichos ganados e otros
mantenimientos e cosas de poblar el campo e aprovechar la tierra, y esto en
precios razonables a sus costas de los que les truxieren, las cuales cosas se
les podrían pagar en esclavos destos
caníbales, gente tan fiera e dispuesta e bien proporcionada e de muy buen
entendimiento, los cuales, quitados de aquella inhumanidad creemos que serán
mejores que otros ningunos esclavos, la cual luego perderán que sean fuera de
su tierra. Y de estos podrán aver muchos con las fustas de remos que acá se entienden de fazer, fecho empero
presupuesto que cada una de las caravelas que viniesen de sus altezas pusiesen
una persona fiable, la cual defendiese las dichas caravelas que no descendiesen
a ninguna parte ni isla salvo aquí, donde ha de estar la carga e descarga de
toda la mercaduría. E aun destos esclavos que se llevaren, sus altezas podrían
aver sus derechos allá. Y desto traeréis o embiaréis respuesta, porque acá se
fagan los aparejos que son menester con más confianza, si a sus altezas
pareciere bien.
Cristobal Colón. Segundo viaje.
miércoles, 25 de abril de 2012
OBITER DICTUM
“Hay una parte de la burguesía, que desea
mitigar los males sociales, para de este modo, garantizar la perduración del sociedad
burguesa.
Pertenecen
a ésta los economistas, los filántropos y los humanitarios que pretenden
mejorar la situación de la clase obrera. Las organizaciones caritativas y de
beneficencia, las sociedades protectoras de animales, las de la lucha contra el
alcoholismo, y todo tipo de reformadores y predicadores de tercera. Este
socialismo burgués, incluso ha llegado a elaborar sistemas sociales completos y
totales.
Por
ejemplo: “La Filosofía
de la Miseria”
de Proudhon.
Los
burgueses socialistas quieren perpetuar las condiciones de vida de la sociedad
moderna, pero sin las luchas y los peligros que necesariamente encierra. Su
ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y
revolucionan: una sociedad burguesa con burguesía, pero sin el proletariado.”
Karl Marx & Friedrich Engels.
lunes, 23 de abril de 2012
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EN LA CALLE VELÁZQUEZ
“La casa de
Velázquez, 85, hoy 97 moderno, esquina a Diego de León, fue quizá las más
bonita de todas las siete u ocho que tuve en Madrid, de soltero o de casado,
hasta que levanté el vuelo de la capital para no volver más que de visita. La
casa tenía una estructura un poco desequilibrada pero graciosa; por el lado que
da a Diego de León se ven dos pisos y el bajo, claro, y por la parte de
Velázquez se alzan dos o tres pisos más, me parece que dos. En la esquina había
un jardincito minúsculo, pero en el que quedaba sitio para que pudieran crecer
una par de árboles y una enredadera; en una esquina y casi tapado por la yerba
languidecía un triciclo al que ningún niño tocó jamás, al lado de una tinaja
rota por la mitad en la que una gata parió siete gatitos. A mi no me dejaron
llevarme ninguno para casa y los pobres tuvieron una mala muerte porque una
criada los puso en la vía del tranvía y el 32, Velázquez-Sol-Fuentecilla, les
aplastó el cráneo o los partió por la mitad; la criada estaba muy colorada y muerta
de risa, hay gente muy bestia con la que no se debería tener ni piedad ni
caridad, la mayoría de la gente mayor es muy bestia y desconsiderada. Ahora
aquel jardín ha desaparecido, lo absorbió el Banco de Bilbao que es el actual
inquilino de la plata baja; encima está la galería de la que fue nuestra casa,
con sus mecedoras, sus helechos y sus cortinas de indiana. A la casa se entraba
por Velázquez y creo recordar que no había ascensor, por lo menos para nuestro
piso, que era el principal izquierda, la verdad es que tampoco era alto y se
subía bien. El edificio era –sigue siendo—de ladrillo rojo y, ya digo, muy
armonioso y elegante. Mi cuarto era exterior, era el último de Diego de León y
en el cristal de la ventana había un graven, o sea unas lajas de cristal
movibles, que duró hasta hace poco, duró lo menos sesentas años y aguantó la
guerra civil; lo mandó instalar mi padre para que yo tuviera aire puro porque
por entonces ya empezaba a andar medio escorado de las vías respiratorias, ese
banco de pruebas de la paciencia que me acompañó con tan enojosa tenacidad
hasta bien entrada la madurez. Mis padres, como me cansaba mucho y no se me
quitaba la tos, me llevaron a un médico muy bueno, don Jacobo Elicegaray o
Elizagaray, que era médico de la Real Casa ; vivía
en la calle de Velázquez, creo recordar que entre Ayala y Hermosilla, quizá en
Hermosilla y Goya, en nuestra misma acera, la de los nones, y lucía una solemne
y respetable barba blanca. Don Jacobo era de Santiago, o estuvo trabajando en
Santiago, y había sido médico y amigo de mi abuelo John. Don Jacobo era muy
cariñoso conmigo y me auscultaba dándole aliento al fonendoscopio para que no
estuviese demasiado frío; después me recetaba Siroline Roche para la tos,
Tricalcine para los huesos y los pulmones, bronquios, etc., y emulsión Scott y
aceite de hígado de bacalao, el negro, que era más fuerte y sabía a arenques
prensados, y el claro, que era medio untuoso y repugnante. En una de estas
ocasiones don Jacobo mandó que me hicieran una radiografía de tórax y mis
padres me llevaron a un radiólogo que me parece que estaba por la calle de
Mejía Lequerica, no recuerdo bien; a los dos días mi madre fue a recoger la
radiografía, los iniciados le llamaba placa, y al llegar a casa la miró al
trasluz y se echó a llorar desconsoladamente. Cuando mi padre vino a la hora de
cenar, se la encontró hecha un mar de lágrimas.
--¿Qué te pasa?
--¡Tú verás! Fui a recoger la radiografía de Camilo José
y tiene un agujero enorme en un pulmón.
Me padre miró la radiografía y también se alarmó.
--Bueno, mujer, no anticipemos acontecimientos; ya
veremos lo que nos dice don Jacobo, lo bueno de estas cosas es cogerlas a
tiempo y el niño no puede estar mejor cuidado.
Cuando fueron a llevarle la radiografía, don Jacobo, que
los vio tan mustios y cariacontecidos, se dirigió a mi madre y le preguntó:
--¿Qué te sucede, Camila?
Don Jacobo tuteaba a mi madre y no le cobraba las
consultas a mi padre; ellos correspondían tratándole de usted y con mucho
respeto y regalándole un capón y dos botellas de champán por Navidad.
--Nada don Jacobo, aquí le traemos la radiografía del
niño.
Don Jacobo la miro apoyándola en una pantalla de cristal
esmerilado y no dijo nada alarmante.
--Al chiquillo darle mucho de comer y que tome esos
potingues que voy a recetarle; no tiene nada de importancia y la tos se le
quitará pronto, ya veréis. Traédmelo por aquí antes de iros de veraneo.
Mi madre y no pudo y sin mayores rodeos preguntó lo que
le preocupaba.
--Oiga, don Jacobo, ese agujero que tiene ahí, ¿no es un
poco grande?
Don Jacobo sonrió casi con dulzura.
--No, Camila, ese agujero que tiene ahí tu hijo es de su
tamaño, ni mayor ni menor; ese agujero que tiene ahí tu hijo es el corazón,
puedes marcharte tranquila.”
Camilo José Cela. Memorias, entendimientos y voluntades. Plaza & Janés.
domingo, 22 de abril de 2012
sábado, 21 de abril de 2012
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
POR SAN SEBASTIAN
“Mes y medio llevo aquí, y la verdad es que no me divierto, y lo
que es peor, gasto mucho para no divertirme. También es verdad, aunque parezca
una contradicción, que no lo paso mal...
Siempre la Concha
y siempre el Bulevar aburren. Y del Gran Casino puede decirse lo mismo; no
subiendo a sus salones reservados del piso alto, de los que siempre se sale de
prisa y corriendo, y jurando no volver, se cansa cualquiera escuchando música,
que los más no entendemos.
Y lo peor es el clima. A fines de julio tuvimos unos días dignos de
Sevilla, por la fuerza del calor. Llovió de una manera torrencial durante tres
o cuatro días seguidos, y después, durante otros varios no se podía salir a las
doce del día sin gabán. Llueve con extraordinaria frecuencia, y esto es un
grave daño para una estación veraniega que quiere ser la primera del mundo. La
humedad es siempre penetrante, y por tanto perjudicial para los asmáticos y
quienes padezcan ciertas afecciones.
Si el vicio es síntoma o indicio de civilización, como pretenden
algunos escritores fundándose en los ejemplos de Grecia y Roma, San Sebastián
está muy civilizado. A parte del juego, en el que Dios me libre de volverme a
meter, hay otras pruebas. En todas partes nos codeamos con un número infinito
de jóvenes, muy elegantes que llevan en sus toilettes escrito su oficio, poco
moral. Ya no son solo francesas como antes: hoy pululan más españolas que
francesas, que las imitan, con rara perfección, y hasta las superan en el arte
de la seducción y del engaño.
Y Cines por todas partes en los que se exhiben películas nada
morales, preparando a la niñez para juventudes licenciosas y criminales. Y como
si esto fuera poco la moda, este año, completa la obra desmoralizadora con las
sayas cortas. ¡Y tan cortas! Hay a quienes no llega a las rodillas. Y más
cortas las llevan las señoritas ricas, conocidas, de buenas familias y
elegantes que las demimondaines a quienes antes me refiero, de suerte que es
imposible distinguir unas de otras. ¡Y hasta las casadas! Ya cuando una joven
vista las galas de mujer no se dirá que se viste de largo sino de corto, y a lo
más se podrá señalar este antes tan grato día para las familias valiéndose de
la gráfica expresión madrileña: Fulanita lleva hoy por vez primera el moño alto.
Y aquella famosa canción:
Te digo Juana
que tengo gana
de verte la punta del pie...
nunca se
hubiera cantado si las costumbres de entonces hubieran sido las de hoy, porque
hoy aquí la mayor parte de las mujeres lucen no solo la punta del pie, sino el
pie entero y la pierna, y Dios sabe, si la moda sigue imperando, qué se
enseñará el año que viene.
Las carreras de caballos se celebran a bastante distancia de San
Sebastián y esto, y la dificultad de comunicaciones, hacen que solo asistan a
ellas los ricos y los verdaderamente aficionados, en su mayoría extranjeros.
En los teatros funcionan buenas compañías, que se renuevan con
frecuencia, pero como los precios son altos, se ven aquellos bastantes
desanimados, y los empresarios, para no perder, se ven obligados a dar dos y
tres funciones diarias.
En medio de este cuadro, San Sebastián brilla siempre, y atraerá
siempre cada vez más forasteros, por su cultura y por la labor admirable de su
Municipio, sea cualquiera el partido que mande, que ha hecho de esta Ciudad el
modelo perfecto del pueblo moderno. Todos los años hay una nueva obra que es la
admiración de propios y extraños. Y este año propios y extraños quedan
extasiados ante el paseo sobre el mar que rodea al Monte Urgull, cuyo segundo
trozo inauguró la Reina
Madre , a presencia de
los Reyes, el día de Santiago. Es una verdadera comiza tallada en la roca, obra
suprema de la ingeniería, ante cuyo trabajo queda suspenso el ánimo más
resuelto. Esta obra no es obra de hombres, sino de titanes. No puede
comparársele ni el célebre paseo de los Ingleses de Niza, ni la Comiza de Génova. Solo
tiene rival en esta misma provincia la carretera de Zarauz a Guetaria, otra
obra digna de ser contemplada por cuantos aman la lucha del hombre con los
obstáculos de la naturaleza. Cuando el nuevo paseo esté concluido se proyecta
nombrarle Paseo Marítimo María Cristina.
San Sebastián, que tantas pruebas de respeto y cariño tiene dadas a
la Reina Madre ,
no necesita darle esta nueva para que la Augusta Señora esté
cierta del agradecimiento que se le tiene por los favores que de ella ha
recibido. Se me ocurrió a mí que dicho paseo podía ser consagrado al recuerdo
del primer viaje de circunnavegación al mundo, en el que tanta gloria recibió
Guipúzcoa por haber sido guipuzcoano Elcano, quien condujo la expedición a su
término, por muerte de Magallanes, y así lo propuse. Mi propuesta ha sido
rechazada unánimemente en todas partes. Debe dársele el nombre de la Reina Madre , no por el
amor que se sienta hacia ella, sino porque dándosele su nombre, lo mismo que se
le ha dado el nombre de los Reyes a teatros, hoteles, frontones, etcétera, la concurrencia de viajeros será mayor en años sucesivos. Aquí se
vitorea mucho a los Reyes y se les alaga, pero en el fondo es todo egoísmo y adulación.
Todos vitorean a los Reyes, pero vivas a España solo he escuchado los que yo
mismo he dado. Dígalo el anterior Gobernador Civil Sr. Barón de la Torre , quien tuvo
conocimiento hace unos cinco años, de haberla emprendido yo a puñetazos con los
que rodeaban un día en que embarcaba el Rey la escalinata del Club Cantábrico
por haberse burlado de mí al gritar viva España. Si este año no me sucedió
igual fue porque me puse más cerca del Club y respondió a mi viva a la Nación la colonia madrileña
en él congregada.”
Genaro Cavestany,
Memorias de un viejo. Imprenta Sempere.
viernes, 20 de abril de 2012
miércoles, 18 de abril de 2012
martes, 17 de abril de 2012
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
Apoyada en mi hombro
eres mi ala derecha.
Como si desplegaras
tus suaves plumas
negras,
tus palabras a un cielo
blanquísimo me elevan.
Exaltación. Silencio.
Sentado estoy a mi mesa,
sangrándome la espalda,
doliéndome tu ausencia.
Manuel
Altolaguirre.
domingo, 15 de abril de 2012
OBITER DICTUM
“No contesta nunca, la que siempre contestaba. Intento creer que
mejor que esté muerta. Consuela pensar que ahora que está muerta ya no es judía
y no podrán hacerle más maldades ni asustarla. En su cementerio, ya no es una
judía con los ojos a la defensiva, carnalmente denegadores de culpabilidad, una
judía con la boca entreabierta por una oscura estupefacción heredada de miedo y
espera. Los ojos de los judíos vivos siempre tienen miedo. Es nuestra especialidad
de la casa, la desdicha. Ya saben ustedes, en los restaurantes de lujo tienen
la tarta de la casa. Lo nuestro es la desdicha de la casa, especialidad de la
casa, al por mayor y al por menor. Otro consuelo es que no me verá morir.”
viernes, 13 de abril de 2012
jueves, 12 de abril de 2012
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
VAGABUNDO
"Cuando yo era muy joven y tenía dentro esa
ansia de estar en otro sitio, las personas mayores me aseguraban que al hacerme
mayor se me curaría este prurito. Cuando los años me calificaron de mayor, el
remedio prescrito fue la edad madura. En la edad madura se me aseguró que con
unos años más se aliviaría mi fiebre y ahora que tengo cincuenta y ocho tal vez
la senilidad realice la tarea. No ha habido ningún remedio eficaz. Cuatro
ásperos pitidos de la sirena de un barco aún me erizan el pelo de la nuca y
ponen mis pies en movimiento. El sonido de un reactor, un motor calentándose,
hasta el toc-toc de unos cascos herrados en el pavimento producen el viejo
estremecimiento, la boca seca y la mirada perdida, las palmas ardientes y una
agitación del estomago bajo la caja torácica. En otras palabras, no mejoro; en
otras palabras más, el que ha sido vagabundo alguna vez, lo será siempre. Me
temo que se trata de una cosa incurable. Expongo esto no para instruir a otros
sino para informarme yo mismo.
Cuando el virus del desasosiego empieza a
tomar posesión de un hombre rebelde, y el camino que lleva lejos de aquí parece
ancho y recto y agradable, la víctima debe hallar en primer lugar en sí misma
una razón buena y suficiente para irse. Esto al vagabundo efectivo no le es
difícil. Tiene incorporado un huerto de razones donde elegir. Luego debe
planear su viaje en el tiempo y en el espacio, elegir una dirección y un
destino. Y debe por último realizar el viaje. Cómo ir, qué llevar, cuánto
tiempo estar. Esta parte del proceso es invariable e inmortal. La explico sólo
para que los recién llegados al vagabundeo no crean, como adolescentes con un
pecado recién urdido, que lo inventaron ellos.
Después de trazar el plan, disponer el equipo
e iniciar un viaje, interviene y se hace cargo un factor. Cada viaje, safari, o
explotación, es una propiedad, temperamento, individualidad, carácter único. Un
viaje es una persona en sí; no hay dos iguales. Y los planes, las salvaguardas,
el control y la coerción son todos infructuosos. Descubrimos tras años de lucha
que no hacemos un viaje: es el viaje el que nos hace a nosotros. Guías,
programas, reservas, cosas obligadas e inevitables, naufragan y se hunden ante
la personalidad del viaje. Sólo cuando admite esto puede el vagabundo de pura
cepa relajarse y asumirlo. Sólo entonces se disipan las frustraciones. En esto
un viaje es como el matrimonio. La forma segura de equivocarse es pensar que lo
controlas. Me siento mejor ahora, después de haber dicho esto, aunque sólo los
que lo han experimentado lo entenderán."
John Steinbeck.
Viajes con Charley.
Ediciones Península.
Viajes con Charley.
Ediciones Península.
I
martes, 10 de abril de 2012
lunes, 9 de abril de 2012
OBITER DICTUM
En Nueva York, en los años
cuarenta, cuando era muy amigo de Juan Negrín, hijo del que fuera presidente de
Gobierno de la República, y de su esposa, la actriz Rosita Díaz, entre los tres
tuvimos la idea de poner un bar que se llamaría «El Cañonazo» y que sería
escandalosamente caro, el más caro del mundo. En él no se encontrarían más que
bebidas exquisitas, increíblemente refinadas, llegadas de las cinco partes del
mundo.
Sería un bar íntimo, muy
confortable, de un gusto sublime, por supuesto, con una decena de mesas a lo
sumo. En la puerta, para justificar el nombre, habría una vieja bombarda,
provista de mecha y pólvora negra, que se dispararía a cualquier hora del día o
de la noche, cada vez que un cliente hubiera gastado mil dólares.
Este proyecto, atractivo
pero poco democrático, no llegó a ser puesto en práctica. Ahí queda la idea.
Resulta interesante imaginar al modesto empleado de la casa de al lado que se
despierta a las cuatro de la madrugada al oír el cañonazo y le dice a su mujer:
«¡Otro sinvergüenza que se ha gastado mil dólares!»
Luis Buñuel.
sábado, 7 de abril de 2012
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EL
MORO, EL PERRO, EL COCHE, EL NOVIO Y EL TRANVÍA
Habíamos salido de
Tánger, en automóvil camino de Tetuán. Era una de esas mañanas mogrebinas, luminosas
y azules en las que, como observaron exactamente los españoles que viven en Marruecos,
«hace frío y, sin embargo, pica el sol». Poco antes de llegar a las quebraduras
trágicas del Fondak, divisamos un pastor moro sentado al borde de la ruta. El
perro que lo acompañaba, al vernos, salió al comedio del camino y empezó a
ladrar. El motorista, presintiendo una desgracia, oprimió la bocina y la voz
del metal despertó los ecos del valle. Pero el temerario animal no se apartaba
y el coche lo mató. Un movimiento de compasión nos obligó a echar pie a tierra.
Únicamente el moro no se movió; tranquilamente, desde el sitio en que se
hallaba, miraba el cadáver. ¿Sentía lo ocurrido?... Probablemente no. De todos
modos era inútil preguntárselo, y reanudamos el viaje. Momentos después
volvimos la cabeza para mirar al extraño dúo que formaban en la serenidad
infinita del campo el cadáver del perro, en medio del camino, y el moro sentado;
los dos quietos, a cuál más. ¡Oh! ¿Quién sabrá nunca lo que sucede en el alma
de un moro?..,.
No hace mucho tiempo,
en una calle céntrica de Madrid, dos novios se despedían: «Ella» subió a un
tranvía; «El» quedose embelesado contemplándola, olvidado del lugar en que
estaba, sin acordarse tampoco de que, para mirarla tenía toda la vida...; y de
pronto otro tranvía, que avanzaba en sentido opuesto, le tiró contra el suelo, despedazándole
bajo sus ruedas. Estas cabriolas del Azar —la Muerte gusta de patinar sobre los
idilios— las sentimos bien las gentes de Europa, tan fáciles a cegar de dolor
como de alegría. Los moros no; un moro se habría despedido de su mujer y no
hubiera vuelto la cabeza.
Eduardo Zamacois. De Córdoba a Alcazarquivir.
Casa Editorial Maucci
viernes, 6 de abril de 2012
miércoles, 4 de abril de 2012
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
EL ARTE DE LA INTERPRETACION: MEYERHOLD
Lo detuvieron al cabo de
unos días. El expediente Meyerhold contiene esta carta que escribió a Mólotov
en la cárcel:
Los investigadores empezaron a emplear la fuerza
conmigo, un enfermo de sesenta y cinco años. Me tendieron boca abajo y me golpearon
en la planta de los pies y en la espalda con una correa de goma […] Unos días
después, cuando tenía las piernas plagadas de hemorragias internas, volvieron a
golpearme con la correa encima de las moraduras, y el dolor era tan fuerte como
si he hubieran derramado agua hirviendo en las zonas sensibilizadas. Aullaba y
lloraba de dolor […] no podía dejar de llorar. Con la cara contra el suelo averigüé
que podía sacudirme, retorcerme y gemir como un perro cuando el amo lo castiga […]
Cuando caía en el jergón y me dormía, después de un interrogatorio de dieciocho
horas, para sufrir otro a continuación tras una hora de sueño, me despertaban
mis propios quejidos, y porque sufría convulsiones, como enfermo de tifus en
las últimas etapas de la enfermedad.
Cuando es eso lo que nos
despierta, sabemos que nos han politizado el sueño. El interrogador, añadía, le
orinaba en la boca. Meyerhold escribió esta carta el 13 de enero de 1940,
después de confesar todo lo que quisieron que confesase (que espiaba para los
británicos y para los japoneses, entre otras cosas). Stalin necesitaba
confesiones; siguió de cerca el desarrollo de algunos interrogatorios (que
duraban meses e incluso años) y no dormía tranquilo hasta que obtenía una. Así
pues, también su sueño estaba politizado.
Unos días después de la detención de Meyerhold, su mujer la
joven actriz Zinaida Raij, apareció muerta en su casa. Le habían asestado
diecisiete cuchilladas. Los vecinos habían oído los gritos: pensaron que estaba
ensayando.
[…]
Meyerhold fue fusilado el 2 de febrero de 1940.
Martin
Amis. Koba el Temible. Anagrama
martes, 3 de abril de 2012
lunes, 2 de abril de 2012
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
LETZTER ABEND
(AUS DEM BESITZE FRAU NONNAS)
Und Nacht und fernes Fahren; denn der Train
des ganzen Heeres zog am Park vorüber.
Er aber hob den Blick vom Clavecín
Und spielte noch und sah zu ihr hinüber
Beinah wie man in einen Spiegle schaut:
So sehr erfüllt von seinen jungen Züngen
Und wissend, wie sie seien Trauuer trügen
Schön und verführender bei jedem Lautl.
Doch plötzlich wars, als ob sich das verwische;
Sie stand wie mühsam in der Fensternische
Und hielt des Herzens drángendes Geklopf,
Sein Spiel gab nach. Von draußen wehte Frische.
Und seltsam fremd stand auf dem Spiegeltische
Der schwarze Tschako mit dem Totenkopf.
Rainer María Rilke.
domingo, 1 de abril de 2012
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