LA
SOMBRA DOLOROSA
Gemían los rebaños.
Los caminos
llenábanse de lúgubres
cortejos;
una congoja de
holocaustos viejos
ahogaba los silencios
campesinos.
Bajo el misterio de
los velos finos,
evocabas los símbolos
perplejos,
hierática, perdiéndote
a lo lejos
con tus húmedos ojos
mortecinos.
Mientras unidos por un
mal hermano
me hablaban con
suprema confidencia
los mudos apretones de
tu mano,
manchó la soñadora
transparencia
de la tarde infinita
el tren lejano,
aullando de dolor
hacia la ausencia.
Julio
Herrera y Reissig