“La fonda en que
nos albergamos era una verdadera fonda española, en la que nadie entendía una
palabra de francés; tuvimos que hacer uso de nuestro castellano y estropearnos
la garganta con la abominable jota -sonido
árabe y gutural que en nuestro idioma no existe--. Debo decir que nos entendían,
bastante bien, gracias a la extremada inteligencia que distingue a este pueblo.
Claro está que alguna vez nos traían una vela·cuando pedíamos agua, o chocolate
en vez de tinta; pero aparte estas pequeñas equivocaciones, muy perdonables,
todo marchó del mejor modo posible. La fonda estaba servida por un enjambre de
maritornes desgreñadas que llevaban los nombres más bonitos del mundo: Casilda,
Matilde, Balbina; en España todos los nombres son bonitos: Lola, Bibiana, Pepa,
Hilaria, Carmen, Cipriana, sirven de rótulo a las criaturas menos poéticas que
pueden verse. Una de estas mozas tenía el pelo de un rojo muy subido, color que
es muy frecuente en España, donde hay
muchas rubias, y, sobre todo, muchas rojas, contra lo que comúnmente se cree.”
Theophile
Gautier