Cuando a Salomón le
fue ofrecida el agua de la inmortalidad, dudó, y contra el parecer de todos sus
súbditos, que le pedían que la bebiese, el gran rey siguió el consejo de la
paloma salvaje Butimar.
—No bebas —dijo la paloma al gran rey en el dulce
lenguaje de los pájaros—. ¿Cómo puedes desear vivir cuando todos aquellos que
te han amado, tus hijos, tus consejeros, tus amigos, estén en la lista de los
muertos? ¿Por qué desear la eterna juventud cuando el rostro mismo de la Tierra
se vaya arrugando con la edad, y los ojos parpadeantes de las mismas estrellas
vayan siendo cerrados por los dedos negros de Azrael? Cuando tu vida sea un
oasis en el inmenso desierto de la muerte, y cuanto te des cuenta de que tu
existencia eterna solamente es la prueba de una ausencia eterna, ¿quisieras
verdaderamente vivir? No vivirá nadie con quien puedas compartir un recuerdo de
juventud. Solo, olvidando y olvidado, vivirás.
Alvaro
Cunqueiro.