NADIE QUE BOSTECE
«El
juego por dinero es muy diferente de todas las demás diversiones del
balneario. Aquí, junto al tapete verde, no se leen libros ni se
entablan conversaciones superficiales ni se tejen calcetines como en
los conciertos o en el jardín; tampoco hay nadie que bostece o se
rasque el cuello. Aquí los reumáticos ni siquiera se sientan, se
mantienen fatigosa y heroicamente en pie, sin miramientos para sus
piernas que tanto cuidan en otras ocasiones. Aquí, en la sala de
juego, no se hacen chistes ni se habla de enfermedades ni de
Poincaré, tampoco se ríe, o casi nunca; la gente está seria y
habla en susurros en torno a la mesa de juego, la voz del empleado
suena ahogada y solemne, las monedas de plata tintinean con suavidad
sobre el tapete, y sólo esto, este recogimiento y relativa
discreción y dignidad, presta al juego desde mi punto de vista una
incalculable ventaja sobre aquellas diversiones en las que la gente
se muestra tan ruidosa, desaliñada e incontinente. En la sala de
juego reina un ambiente serio de día festivo, y los huéspedes
entran con algo de timidez, como en una iglesia, sólo se atreven a
cuchichear y miran con respeto al caballero de frac. Y éste se
comporta ejemplarmente, no como una persona, sino como el titular
neutral de un cargo o una dignidad.»
Hermann
Hesse.
En
el balneario.
Editorial
Bruguera.