«
Los
gratos recuerdos son arrancados de cuajo de mi mente. Los muros de
las casas, cortados por la hirviente metralla, desfilan humeantes a
nuestro lento paso. Camas rotas y colchones desgarrados con sus
entrañas muertas al aire; asas de cántaros, cacerolas y zapatos se
mezclan en macabra democracia con la carne de sus amos. Pedazos de
cuerpo se ven estampados por doquier. Otros, en los muros, resaltan
como altorrelieves luzbelianos. La masa de lo que era el cuerpo de
una anciana pende del marco de una puerta. Sus ojos reflejan aún el
espanto. Más adelante, la pierna de un niño con su alpargata
solitaria, descansa en el lomo descarnado de un marrano.»
Francisco
Tarazona.