«En contraste con la
mayoría de nuestros amigos, no nadábamos en la abundancia. A mi padre, por el
mero hecho de ser americano, se le consideraba rico. En realidad, sólo era
medianamente acomodado. No teníamos mayordomo, ni lacayos; carecíamos de coche,
caballos y cochero. Teníamos tres sirvientas, que era lo mínimo entonces. En
días de lluvia, si ibas a tomar el té a casa de tus amigos, tenías que andar un
buen trecho bajo la lluvia con el impermeable y los chanclos. Nunca se pedía un
coche para una chica, a menos que tuviera que ir a una verdadera fiesta, y eso
para que no se le estropeara el vestido.»
Agatha
Christie.