LAS CUPLETISTAS DE OSVALDO JOVE
"En Entrebo, en la
parroquia de Labrada de Buriz, partido de Villalba, condado de Montenegro y
diócesis de Mondoñedo, había un cojo llamado Osvaldo Jove. Sentado parecía un
gigante, pero se ponía de pie y aquel pecho poderoso y el vientre rotundo
descansaba en dos piernas curvas y cortas. Pero con ellas, teje que teje, hacía
Osvaldo mucho camino, y era cazador de fama. Iba al monte sin perros, pero
poseía más vientos que un perdiguero de Burgos en las mañanas tempranas.
Llevaba siempre Osvaldo en el bolsillo una libreta en cuyas páginas tenía
pegados retratos de las artistas que venían allá por los años diez en las cajas
de cerillas, y cuando se aburría, sacaba del bolsillo la libreta y se quedaba
como tonto admirando aquellas blancas mantecas, y siempre terminaba por
sonreírles, y sonreírse a sí mismo. Un día vio, en «El Progreso» de Lugo, la
esquela de un tal don Oswaldo, con lo cual pasó a escribir su nombre con la
misma ortografía, sustituyendo la v por la w. A Oswaldo, pues, las que menos le
gustaban de las fulanas del cupletismo, eran la francesa Cleo de Merode, y una
bilbaína que se llamaba Dora la Menchaca. Prefería la Chelito a la Fornarina, y
a Amalia Molina no le concedía mérito alguno. Cuando juntaba algún dinero, ya
porque vendiese unos pinos, ya porque había criado un par de muletos, bajaba a
Baamonde, tomaba el tren, y se iba a Madrid, a verlas de carne y hueso. En uno
de esos viajes, gastó todo el dinero y regresó a pie desde la capital, según él
cazando por Castilla y León conejos a pedradas, y pescando alguna trucha en los
ríos. En Lugo pidió prestadas cinco pesetas para poder llegar en tren a
Baamonde, fumando un puro que le diera un Montenegro de Begonte. De este viaje
trajo consigo un libro que enseñaba a predecir el tiempo y a curar dolencias
del ganado. También trajo la Desesperación de Espronceda, comprada en la Puerta
del Sol madrileña, y una oración contra el pedrisco."
Alvaro Cunqueiro.
Viajes imaginarios y reales.
Tusquets Editores.