NOCHE EN ARRAS
No tiene término en la noche la lívida llanura, y, en medio de la bruma,
al claro lunar, se revela el espectro de una ciudad bombardeada: La ciudad de
Arras. Negras y destripadas humean las casas; la catedral es un montón de
piedras; los sillares desbordan por las bocas de cuatro calles y las ciegan:
Rosetones y cruces, gárgolas y capiteles mutilados asoman entre los escombros.
Las bombas caen abriendo grandes hoyos sobre la plaza de los porches, llena del
recuerdo español, y muchas casas, con las puertas abiertas y las ventanas
batiendo al viento, muestran la hondura tenebrosa del zaguán, donde se
amontonan los ajuares. Se aleja un carromato: Bambolea su carga de huchas,
cacerolas y colchones: En lo alto va una cuna. La ciudad parece abandonada: Hay
parajes donde las casas se aplastaron y esparramaron por tierra como los castilletes
que levantan los niños, y calles enteras donde los esqueletos permanecen en
pie, con las fachadas en escombros, mostrando los interiores burgueses, en una
angustia de abandono, llena de gritos de mujeres y llanto de niños asustados
que se agarran a las faldas. En una costanilla, al abrigo del bombardeo, cargan
otro carromato. Hay un grupo de mujeres que se besan. El mayoral pone prisa, y
al cabo montan en el carro los que se van: Una viuda con dos hijas, dos
muchachas pálidas, el cabello despeinado, los ojos llorosos. Llegaron poco hace
huidas de Combles. El padre se fue a la guerra, y las dos muchachas están
encinta de un soldado alemán.
Ramón María del Valle-Inclán.
La media noche…
Imprenta Clásica Española.