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sábado, 6 de abril de 2019

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE









MEYERHOLD Y EL PARTIDO


«Pese a haber sido acortada en una hora después de su estreno, El revisor duró desde las ocho menos cuarto hasta las doce. La obra tenía tres partes, con un total de, si no me equivoco, dieciséis cuadros. Pese a haber ido preparado por los numerosos comentarios de Reich acerca de los efectos visuales de la obra, me conmovió su extravagancia. De hecho, lo más destacable de semejante producción no fue lo suntuoso de su vestuario sino su impactante escenografía . Salvo unas pocas excepciones, las escenas se desarrollaban sobre el espacio diminuto de un plano inclinado que, en cada cambio de acto, modificaba sus decorados y mobiliarios de estilo Imperio. El resultado de ello era un gran número de encantadores cuadros de género acordes con la orientación fundamental de la obra, que no era dramática, sino de análisis sociológico. Aquí se le ha dado gran importancia a esta versión por ser adaptación de una obra clásica del teatro revolucionario, pero se considera que los resultados son fallidos. El Partido se manifestó en contra de la producción, y hasta una opinión moderada del crítico teatral del Pravda fue rechazada por sus editores. Los aplausos que se escucharon en el teatro fueron escasos, pero es muy posible que esto tuviera más que ver con la consigna oficial que con la verdadera impresión causada en el público. La representación en sí fue un deleite para los ojos. Pero este fenómeno se halla relacionado, sin ninguna duda, con la cautela general aquí reinante a la hora de manifestar la opinión en público.»

Walter Benjamin.
Diario de Moscú.

Ediciones Godot.