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jueves, 24 de enero de 2019

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





UN PARTIDO EN VERONA


       “Tras abandonar hoy de nuevo la Arena, me topé, a unos cientos de pasos de ahí, con un espectáculo público moderno. Cuatro nobles de Verona disputaban un juego de pelota contra cuatro de Vicenza. Una costumbre que practican a diario durante todo el año, unas dos horas de que anochezca; en esta ocasión, a causa de que los contrincantes venían de otra ciudad, la afluencia de público era increíble. Creo que había entre cuatro y cinco mil espectadores. Pero no vi ninguna mujer.
       Antes, al comentar las necesidades de una multitud de gente en un caso así, describí el anfiteatro natural formado de un modo casual, tal como lo vi aquí con unas personas amontonadas sobre otras. Ya desde lejos me llegaron los calurosos aplausos con que se acompañaba cada jugada importante. El juego transcurre como sigue: a una distancia respetable una de otra se instalan dos plataformas de madera ligeramente inclinadas. El que pone en juego la pelota –armada la mano derecha con una especie de círculo de madera ancho y con púas— está situado en lo alto de una de las plataformas. Un jugador de su mismo equipo le lanza la pelota y él corre hacia ella para aumentar la fuerza del golpe. Los adversarios intentan devolverla, y así prosigue el juego hasta que la pelota cae finalmente al suelo. Durante el desarrollo de la partida, los jugadores adoptan de manera espontánea las más bellas posturas, dignas de ser reproducidas en mármol. Todos los participantes son jóvenes bien desarrollados y robustos, vestidos con trajes blancos más bien cortos y escasos y los equipos tan solo se distinguen entre sí mediante una señal de color. Especialmente bonita es la posición que adopta el hombre que saca cuando corre desde la superficie inclinada con el objeto de tomar impulso para golpear la pelota: se asemeja a la del gladiador de Borghese.
       Me pareció muy extraño que este juego se practicase junto a un viejo muro, sin velar por un mínimo de comodidad del espectador. ¿Por qué no utilizan el anfiteatro, que tan bello emplazamiento ofrecería?”


Johann W. Goethe. 
Viaje a Italia. 
Ediciones B.