SLIM SUMMERVILLE
“Aquella noche, Bobby
sobornó al barman del club para que pusiera doble ración de whisky en los
copazos de Slim Summerville. Las sobrecargadas bebidas pronto pusieron a Slim
tan somnoliento que se quedó dormido sobre la mesa.
Bobby sacó lápiz y papel,
escribió una nota y le pidió al camarero que se la diera a una chica que había
en una mesa cercana. Ella estaba con un hombre que tenía los hombros de un
gorila. Leyó la nota y luego se la pasó a él. La nota decía:
«¿Por qué no te deshaces
de ese pedazo de inútil que está contigo? No mires, pero estoy sentado en una
mesa justo detrás de ti, fingiéndome dormido. Te espero fuera, en la puerta de
detrás, dentro de diez minutos.»
--¿Quién es ese tío listo?
Ella miró alrededor, vio
al durmiente Slim y se encogió de hombros.
--Nunca en mi vida había
visto a ese gracioso larguirucho.
Su novio se levantó, se
acercó al durmiente Slim y le agarró por la garganta. Lo siguiente que supo
Slim fue que se encontraba en el exterior, por la puerta trasera, volando por
el aire. Al golpear el durísimo cemento, miró hacia arriba para encontrarse con
el rostro sonriente de Bobby que le miraba de hito en hito.
--¿Qué demonios ha pasado?
–preguntó.
--No le des importancia
–le dijo Bobby – No es más que uno de esos terremotos de California.
Cuando Bobby Dunn murió,
su alto y enjuto compañero estaba desconsolado. Slim lloró como un niño y pagó
más dinero del que podía permitirse por una corona. De camino hacia la iglesia
para las exequias, Slim recogió el correo y durante el funeral no paró de abrir
y de mirar nerviosamente las cartas. Hizo cola con otros dolientes para dar un último
adiós a al difunto antes de que cerrasen el féretro. Al pasar por delante del
cuerpo agitó ante el rostro del fallecido la factura que acababa de recibir de
la floristería.
--¿Ves esto? –sollozó con
voz quebrada --. Hasta después de muerto me cuestas dinero, pequeño hijo de
puta.”
Buster Keaton.
Slapstick. Memorias…
Plot Ediciones.
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