En Coney Island
existen también las clásicas cabezas de turco de las ferias europeas; pero
estas cabezas son aquí verdaderas cabezas humanas, si los americanos me
permiten llamar humanas a las cabezas de los negros. El público, por una
cantidad módica, puede permitirse el placer de tirarle huevos crudos a unos
cuantos negros que están al fondo de una barraca con las cabezas encuadradas en
unos lienzos. Hay tirador que no falla jamás y que le da siempre al blanco, es
decir, al negro. El espectáculo constituye un hermoso ejemplo de esta
fraternidad de razas que existe en América y, en general, todo Coney Island le
da a uno una gran idea de los sentimientos pacíficos de este pueblo.
Julio Camba