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viernes, 12 de enero de 2018

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



ISLIP






“Todos los sábados durante los meses de invierno jugaba a fútbol con el equipo del pueblo. Los ex combatientes habían vuelto a introducir aquel juego en Islip después de un lapso de ochenta años en el que no se había practicado. El nonagenario del lugar se quejaba de que el fútbol había dejado de ser todo lo viril que era durante su juventud.
         --Aquella era nuestra meta –dijo--, la otra se encontraba a setecientos metros de aquí, junto al río. Las autoridades acabaron por prohibir el juego. En el último partido murieron tres hombres y uno quedó gravemente herido. ¡Aquello sí que era jugar! –A mí me parecía que el fútbol de Islip, aunque muy viril, era un juego de damas en comparación con el que solíamos jugar en Charterhouse. Cuando jugaba de delantero centro, a menudo recibía silbidos por cargar contra el portero mientras éste mostraba al público el balón de gol que había impedido. Los aplausos estaban reservados para el jugador de la izquierda que se pasaba casi todo e tiempo haciendo florituras con el balón y que muy rara vez se acercaba a la portería. Pero el club de fútbol era democrático, al contrario del club de criquet. Yo jugué a criquet la primera temporada, pero renuncié porque el equipo casi nunca estaba formado por los once mejores jugadores; los jugadores del pueblo tenían que dejar el campo libre cuando se presentaban los miembros de la pequeña nobleza rural.”

Robert Graves. 
Adiós a todo eso. 
Muchnik Editores.