ISLIP
“Todos los sábados durante los meses de invierno
jugaba a fútbol con el equipo del pueblo. Los ex combatientes habían vuelto a
introducir aquel juego en Islip después de un lapso de ochenta años en el que
no se había practicado. El nonagenario del lugar se quejaba de que el fútbol
había dejado de ser todo lo viril que era durante su juventud.
--Aquella
era nuestra meta –dijo--, la otra se encontraba a setecientos metros de aquí,
junto al río. Las autoridades acabaron por prohibir el juego. En el último
partido murieron tres hombres y uno quedó gravemente herido. ¡Aquello sí que
era jugar! –A mí me parecía que el fútbol de Islip, aunque muy viril, era un
juego de damas en comparación con el que solíamos jugar en Charterhouse. Cuando
jugaba de delantero centro, a menudo recibía silbidos por cargar contra el
portero mientras éste mostraba al público el balón de gol que había impedido.
Los aplausos estaban reservados para el jugador de la izquierda que se pasaba
casi todo e tiempo haciendo florituras con el balón y que muy rara vez se
acercaba a la portería. Pero el club de fútbol era democrático, al contrario
del club de criquet. Yo jugué a criquet la primera temporada, pero renuncié
porque el equipo casi nunca estaba formado por los once mejores jugadores; los
jugadores del pueblo tenían que dejar el campo libre cuando se presentaban los
miembros de la pequeña nobleza rural.”
Robert
Graves.
Adiós a todo eso.
Muchnik Editores.
Adiós a todo eso.
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