La impresión de la primera, especialmente cuando la veo ondular
entre la mastelería mundial de algún gran puerto lejano, es alegre; pero pronto
a este regocijo una emoción agridulce se mezcla y al cabo el sentimiento melancólico
prevalece. Las banderas españolas me traen recuerdos de juventud, y por eso,
sin yo advertirlo, me hacen suspirar: no por la patria precisamente, sino
también por cuanto de mí se fué y ha de irse...
Eduardo
Zamacois