EMIGRANTES
“En Sao Paulo, los domingos podían dedicarse a la
etnografía. No ciertamente entre los indios de los suburbios, sobre los cuales
me habían prometido el oro y el moro; en los suburbios vivían sirios o
italianos, y la curiosidad etnográfica más cercana, que quedaba a unos quince
kilómetros, consistía en una aldea primitiva cuya población harapienta
traicionaba un cercano origen germánico, con su cabellos rubio y sus ojos
azules, en efecto, alrededor de 1820 grupos de alemanes se instalaron en las
regiones menos tropicales del país. Aquí, en cierto modo, se perdieron y
confundieron con el miserable paisanaje local, pero más al sur, en el Estado de
Santa Catarina, las pequeñas ciudades de Joinville y de Blumenau perpetuaban
bajo las araucarias el ambiente del siglo pasado; las calles, bordeadas de
casas con techos muy inclinados, tenían nombres alemanes y se hablaba solamente
esa lengua; en la explanada de las cervecerías, viejecitos con patillas y
mostachos fumaban largas pipas con hornillo de porcelana.
Alrededor de Sao Paulo vivían también muchos
japoneses. Era difícil abordarlos. Había empresas de inmigración que los
reclutaban, que aseguraban su pasaje, su alojamiento temporario a la llegada y
su posterior distribución en granjas del interior, que tenían algo de
campamentos militares. En ellas se reunían todos los servicios: escuela,
talleres, enfermería tiendas y distracciones. Los inmigrantes pasaban largos
períodos de reclusión parcialmente voluntaria y sistemáticamente estimulada,
reembolsando su deuda a la compañía, en cuyas arcas depositaban sus ganancias.
Después de muchos años, ésta se encargaba de reintegrarlos a la tierra de sus
antepasados para que pudieran morir allí o, si la malaria había dado cuenta de
ellos, de repatriar sus cuerpos. Todo estaba organizado de tal manera para que
esa gran aventura se desarrollara sin que ellos experimentaran jamás el
sentimiento de haber dejado Japón. Pero no es cierto que las preocupaciones de
los empresarios fueran simplemente financieras, económicas o humanitarias. Un
examen atento de los mapas revelaba las estratégicas intenciones que habían
inspirado la implantación de la s granjas. La enorme dificultad que existía
para llegar hasta las oficinas de la Kaigai-Iju-Kumiai o de la Brazil-Takahoka-Kumiai,
y más aún a las cadenas casi clandestinas de hoteles, hospitales, fábricas de
ladrillos, aserraderos, con los que la inmigración podía bastarse a sí misma,
así como también a los centros agrícolas, ocultaba tortuosas intenciones, de
las cuales la segregación de los colonos en lugares bien elegidos y las
investigaciones arqueológicas (seguidas metódicamente durante los trabajos
agrícolas, con el fin de subrayar ciertas analogías entre los vestigios
indígenas y los del neolítico japonés) no parecían ser sino los eslabones
extremos.”
Claude Lévi-Strauss.
Tristes Trópicos.
Ediciones Paidós Iberica.
Tristes Trópicos.
Ediciones Paidós Iberica.