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domingo, 2 de julio de 2017

OBITER DICTUM





No veré más la magnolia que prometía su rosa para la tumba de mi floridana,  el pino de Jerusalén y el cedro del Líbano consagrados a la memoria de Jerónimo, el laurel de Granada, el plátano de Grecia, el roble de Armórica, a cuyo pie pinté a Blanca, canté a Cimodocea e inventé a Veleda. Estos árboles nacieron y crecieron con mis ensoñaciones; eran sus hamadríades. Pasarán bajo otro dominio: ¿los amará su nuevo amo como los amaba yo? Los dejará secarse, quizá los tale: nada debo conservar en la tierra. Diciendo adiós a los bosques de Aulnay es como voy a recordar el adiós que dije antaño a los bosques de Combourg: todos mis días son adioses.


François-René de Chateaubriand