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lunes, 17 de julio de 2017

ALLÁ EN LAS INDIAS






LOS TZITZIMITES


       “Hasta los animales y aves padecen gran necesidad por razón de la sequedad que hay; es gran angustia de ver las aves, unas de ellas traen las alas caídas y arrastrando, de hambre, otras que se van cayendo de su estado, que no pueden andar, y otras abiertas las bocas de sed y hambre; y los animales, señor nuestro, es gran dolor de verlos que andan azcadillando y cayendo de hambre, y andan lamiendo la tierra de hambre, andan las lenguas colgadas y las bocas abiertas carleando de hambre y de sed. Y la gente toda pierde el seso, y se mueren por la falta de agua: todos perecen sin quedar nadie.
       Es también, señor, gran dolor ver toda la haz de la tierra seca, ni puede criar ni producir las yerbas ni los árboles, ni cosa ninguna que pueda servir de mantenimiento; solía como padre y madre criarnos, y darnos leche con los mantenimientos y yerbas y frutos que en ella se criaban, y ahora todo está seco, todo está perdido, no parece sino que los dioses Tlaloques lo llevaron todo consigo, y lo escondieron donde ellos están recogidos, en su casa, que es el paraíso terrenal. ¡Señor nuestro: todas las cosas que nos solíades dar por vuestra largueza, con que vivíamos y nos alegrábamos, y que son vida y alegría de todo el mundo, y que son preciosas como esmeraldas y como zafiros, todas estas cosas se nos han ausentado y se nos han ido! Señor nuestro, dios de los mantenimientos y dador de ellos, humanísimo y piadosísimo, ¿qué es lo que habéis determinado de hacer de nosotros? ¿Habéisnos por ventura desamparado del todo? ¿No se aplacará vuestra ira e indignación? ¿Habéis determinado que se pierdan todos vuestros siervos y vasallos, y que quede desolado y despoblado vuestro pueblo, reino o señorío? ¿Está ya determinado por ventura que esto se haga? ¿Determinóse en el cielo y en el infierno? ¡Oh señor, siquiera concededme esto, que los niños inocentes que aún no saben andar, y los que están aún en las cunas, sean proveídos de las cosas de comer, porque vivan y no perezcan en esta necesidad tan grande! ¿Qué han hecho los pobrecitos para que sean afligidos y muertos de hambre? Ninguna ofensa han hecho, ni saben qué cosa es pecar, ni han ofendido a los dioses del cielo ni a los del infierno; y si nosotros hemos ofendido en muchas cosas, y nuestras ofensas han llegado al cielo y al infierno, y los hedores de nuestros pecados se han dilatado hasta los fines de la tierra, justo es que seamos destruidos y acabados; ni tenemos qué decir, ni con qué nos excusar, ni con qué resistir a lo que está determinado contra nosotros en el cielo y en el infierno. Hágase, perdamos todos, y esto con brevedad por (que) no suframos tan prolija fatiga, que más grave es lo que padecemos que si estuviésemos en el fuego quemándonos. Cierto, es cosa espantable sufrir el hambre, que es así como una culebra que con deseo de comer está tragando la saliva y está carleando, demandando de comer, y está voceando porque le den comida; es cosa espantable ver la agonía que tiene demandando de comer; es esta hambre tan intensa, como un fuego encendido, que está echando de sí chispas o centellas. Hágase, señor, lo que muchos años ha que oímos decir a los viejos y viejas que pasaron, caiga sobre nos el cielo y desciendan los demonios del aire llamados tzitzimites, los cuales han de venir a destruir la tierra con todos los que en ella habitan, y para que siempre sean tinieblas y oscuridad en todo el mundo y en ninguna parte haya habitación de gente.”


Bernardino de Sahagún. 
Historia Universal de las cosas de la Nueva España.