Fidel no quiso
mencionar expresamente a Stalin, pero sugirió con toda claridad, quizás para
amedrentarme, y para amedrentar, por mediación mía, a mis amigos cubanos, que
la política cultural de la Revolución ingresaba en un período estalinista.
Conocía las críticas que esto suscitaría en Europa, precisamente entre los
intelectuales que antes habían apoyado con entusiasmo a Cuba, y declaraba de
antemano que ellas no alterarían su línea en un ápice. Sabía, por lo demás, que
esas críticas ya habían comenzado; ahora optaba por tomar la iniciativa y
precipitar él la ruptura. El gran pretexto, como siempre, era la necesidad de
sentar las bases de una cultura proletaria.
Jorge Edwards