“El conductor empezó diciendo
sorok (cuarenta) cuando bajé. Era el aviso de la tormenta que se avecinaba,
pero yo no presté atención y tranquilamente le di los treinta. Los recibió con
desdén y resignación y, sosteniéndolos en su mano abierta, pronunció un elocuente
discurso en ruso del que destacaba la idea de sorok. (…) Me limité a coger los
treinta, volver a meterlos en el monedero y contar veinticinco esta vez. Al
hacerlo me sentí como quién tira del cordón de la ducha.
Yo
le dije en muy mal ruso que le había ofrecido treinta una vez. Pero que no lo
haría otra; esto, obviamente, no lo pacificó. El sirviente del señor Mur le
dijo lo mismo sin ahorrar palabras, pero consiguió que lo viera de forma
adecuada. Hay personas muy difíciles de contentar.”
Lewis Carroll