DEL AYUNO Y LA PENITENCIA
“Ya se ha dicho que los sacerdotes y religiosos de Méjico se
levantaban a media noche, y habiendo incensado al ídolo los sacerdotes, y como
dignidades del templo, se iban a un lugar de una pieza ancha, donde había
muchos asientos, y allí se sentaban; y tomando cada uno una puya de manguey,
que es como alesno o punzón agudo, o con otro género de lancetas o navajas,
pasábanse las pantorrillas junto a la espinilla, sacándose mucha sangre, con la
cual se untaban las sienes, bañando con la demás sangre las puyas o lancetas, y
poníanlas después entre las almenas del patio hincadas en unos globos o bolas
de paja, para que todos las viesen y entendiesen la penitencia que hacían por
el pueblo. Lavábanse de esta sangre en una laguna diputada para esto, llamada
Ezapán, que es agua de sangre; y había gran número de estas lancetas o puyas en
el templo, porque ninguna había de servir dos veces.
Demás de esto tenían grandes ayunos estos sacerdotes y
religiosos, como era ayunar cinco y diez días arreo antes de algunas fiestas
principales, que eran éstas como cuatro témporas. Guardaban tan estrechamente
la continencia, que muchos de ellos, por no venir a caer en alguna flaqueza, se
hendían por medio los miembros viriles, y hacían mil cosas para hacerse
impotentes, por no ofender a sus dioses; no bebían vino; dormían muy poco, porque
los más de sus ejercicios eran de noche, y hacían en sí crueldades,
martirizándose por el diablo, y todo a trueco de que les tuviesen por grandes
ayunadores y muy penitentes.”
José
de Acosta. Historia natural
y moral de las Indias.