UN HOMBRE SOLO
“Un hombre solo es un ser solitario, una piedra, un
hueso, un palo, un receptáculo para la ginebra Gilbey, una figura encorvada
sentada en el borde de la cama de un hotel, lanzando suspiros ruidosos como el
viento otoñal. ¿Sería Hammer uno de esos hombres que, habiendo formado una
pareja poco feliz, carecería de la vitalidad y la inteligencia para romperla?
No tiene más vida afectiva que inventar rubias. Su única vida sexual es
meneársela. Viaja con sus rubias en barco y en avión; les muestra las
magnificencias de París, Roma y Leningrado; pide comidas de cuatro platos en
los restaurantes; observa con detenimiento la carta de vinos; las lleva a
pasear; les extiende cheques; les compra joyas; se queda dormido con las
caderas rodeadas de montes de Venus. Jamás deja de cepillarse los dientes y
afeitarse antes de hacer el amor. La señora Hammer diría:”Eres un felpudo, un
felpudo calzonazos, y no me eches a mí la culpa. Eres de los que creen que un
buen día se enamorará de ellos una rubia esbelta, culta, hermosa, rica e
inteligente. Como si lo viera. Es repugnante. Tiene pelo lacio, piernas largas,
veintiocho años, divorciada pero sin hijos. Seguro que es actriz o cantante de
cabaré. Hasta ahí llega tu imaginación. ¿Qué haces con ella, amigo, qué haces
aparte de llevártela a la piltra? ¿Qué puede hacer un felpudo calzonazos? ¿La
llevas al teatro o a cenar? ¿Le compras joyas? ¿Viajáis? Seguro que sí. Es lo
que tú llamas ser distinguido. Catorce días en el Cristoforo Colombo, polvos
mañana, tarde y noche, y a las siete vais al bar de primera clase vestidos de
etiqueta. ¡Qué pareja más soberbia! ¡Qué mierda! Pero no, elegirías el Flandre para
alardear de que sabes francés. Y la llevas a pasear por todo París, mostrándole
tus viejas guaridas. Siento pena por ella; de verás. Pero escucha bien, amigo,
presta atención: si apareciera esa rubia, no tendrías agallas para llevártela a
la cama. La mirarías con ojos de carnero degollado, la achucharías detrás de la
puerta de la cocina, pero al final no me serías infiel. Si aparece la rubia,
cosa que no va a ocurrir. ¿oyes lo que te digo? No va aparecer ninguna rubia.
Esa rubia no existe. Estás viejo, tienes cinco dientes postizos, mal aliento,
pelos en la panza y serás un solitario el resto de tu vida. Estarás solo
durante el resto de tu vida.
Bueno,
a ver, contesta. ¿Qué te pasa, se te ha comido la lengua el gato? ¿No respondes
a las ofensas? Ya sé, te haces el santo. La otra mejilla, ¿eh? Bueno, si hay
algo que puede empujar a una buena mujer a la bebida y la fornicación es la
convivencia con un hijo de puta que se cree un santo. Una copa es lo que voy a
tomarme en cuanto llegue a casa.”
John Cheever. Diarios.
Emecé Editores.